viernes, 31 de julio de 2015

Concurso Veraniego de Relatos Cortos 2015. VIII

Las bases del concurso aquí.

 
RELATOS ANTERIORES:

Fábrica de Sueños 
Risa cantarina
¡Antes le pegaré fuego! 
El chuchete poseido por la nutria
MOSQUITO 
La playa de mamá 
DESTINO FINAL


Descubrimiento y castigo. Iñaki Zurbano Basabe







Aquel era su mundo, no conocían otra cosa. Cuatro generaciones atrás, la Diosa del Hogar les había regalado el fuego. La diosa llenó la mente de varios de ellos con ideas para conseguir el fuego, para dominarlo, para que se hiciesen dueños del fuego. ¡Dueños del fuego, casi nada!
Y, con el fuego en su poder, expulsaron a los osos de la gran cueva y se adueñaron de ella.
Ahora, este era su hogar, desde cuatro generaciones atrás. Su hogar. "Goar" decían ellos. Y a la diosa que les regaló el fuego la llamaron Diosa del Hogar, Dos Goar.
Y algunos sintieron deseos de reproducir en imágenes los ciervos, los mamuts y los tigres de dientes de sable con cazaban con gran esfuerzo y, a veces, a cambio de sus vidas. Y lo consiguieron extrayendo el jugo de algunas hierbas y untando tierras con agua, convirtiendo las mezclas en líquidos espesos y pegajosos de diferentes colores, que les sirvieron para el fin deseado.
Cazaban, pintaban y pescaban en el río.
Desde cuatro generaciones atrás habían progresado hasta extremos impensables. Les parecía imposible llegar más lejos. Cualquier idea de abandonar su zona, su bosque, su río, sus pinturas era rechazada al instante.
Este era su mundo, la zona de sus antepasados. Cambiar de estilo de vida o de zona significaba traicionar a sus muertos. Por eso no les sentó nada bien que el Gran Guía se empeñase en convencerles de que debían explorar más allá de las montañas de la tarde, por donde siempre desaparecía el Dios Fuego, Dos Foj, el Sol.
Algunos creyeron que el Gran Guía se había vuelto loco cuando les dijo que más allá de las montañas de la tarde encontrarían una gran extensión de agua tan grande como todos los ríos juntos, e incluso más, porque él lo había visto en sueños.
"¡Agá!, ¡Agá!, ¡Agá!", "¡Allí!, ¡Allí!, ¡Allí!", les decía señalando hacía el ocaso.
Por fin, siete de los más valerosos cazadores se ofrecieron a acompañarle en la búsqueda de la gran extensión de agua, pero no sin antes recordarle cual era su castigo en el caso de que pretendiese engañar al clan. Le atravesarían con todas sus lanzas y dejarían su cuerpo en la montaña para que se lo comiesen los grandes pájaros, y después nombrarían otro Gran Guía.
Tras cuatro largas jornadas subiendo y bajando montañas, rechazando los ataques de las fieras y de los mosquitos, que cuando aquello eran muy grandes, y soportando un calor espantoso, pues este era el verano más tórrido que sufrían en muchos años, los siete valerosos cazadores y el Gran Guía descubrieron algo que les dejó boquiabiertos. 
Al amanecer del quinto día llegaron a lo alto de una montaña pequeña, y al mirar hacia abajo descubrieron lo increíble, lo inexplicable para ellos. Al acabarse la tierra empezaba la gran extensión de agua, extensión que se extendía hasta tocarse con el cielo en la lejanía. El día soleado y la falta de viento les mostraba la bóveda azul celeste y la inmensa superficie marina como un todo, talmente una misma cosa, dos tonos de azul en un decorado inmenso. ¿Sería posible reproducir eso entre las demás pinturas de la cueva?... ¡Qué va, imposible!
Era agua, una inmensidad de agua, pero distinta a la de los ríos porque toda ella se veía azul.
"¡Ama!", gritó un cazador. Y todos respondieron con el mismo grito. "¡Ama!, ¡Ama!, ¡Ama!" Acababan de ponerle un nombre. Para ellos el mar era Ama, era el dios de las aguas, Dos Ama, su nuevo dios.
Una hora después, tras descender de la montaña, pisaron una playa de blanca y muy fina arena. Rieron y saltaron haciéndose los locos al sentir en la planta de sus pies la suavidad y el calorcillo de la arena
"¡Yapa!"
Y ese fue el nombre que le dieron a aquella zona de suelo caliente que comunicaba con el mar.
"¡Yapa!, ¡Yapa!, ¡Yapa!"
Gritaron alborozados. Y al llegar al agua, todos se agacharon para beber. Había pasado mucho tiempo desde que saciaron su sed en un manantial de la montaña, y ahora tenían nuevamente la garganta seca. Pero entonces ocurrió algo imposible, algo que jamás hubiesen pensado del agua.
"¡Puag!, ¡Aggg!, ¡Orrggg!
No podían creérselo. El agua siempre era buena, jamás era mala.
Cuando dejaron de escupir y de hacer aspavientos, miraron al Gran Guía como se mira a un enemigo. Le rodearon y le clavaron todas sus lanzas.
Era un justo castigo porque les había engañado, el castigo que le esperaba a cualquiera del clan que engañase a otro o a otros.
Y su cuerpo se lo comieron los grandes pájaros.



Treinta mil años después

La gente que hoy en día acude a esa misma playa, consume botellines de agua mineral, refrescos azucarados o light, cervezotas... Y es que, desde hace muchísimas generaciones, tantas que se pierden en la noche de los tiempos, los humanos saben que el agua del mar es salada, no bebestible. Pero, aun así les encanta la playa porque sirve para bañarse y hacer el gilipollas de muchísimas maneras. Lo llaman ocio.


4 comentarios:

  1. Muy bueno. Me recuerda a la saga de 'Hijos de la tierra', de Jean M. Auel y su 'Clan del oso cavernario'.

    Es de esperar que sucedieran cosas como usted y Auel narran, dado que si esperaban agua y esta era imbebible, "El Guia" había fallado.

    El humor está en que hacer el gilipollas en la playa se le llame ocio, ¡juas juas juas!

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  2. No he leído lo del Oso Cavernario, pero lo llevo oyendo toda la vida. Ya sabe que mi relación con los libros es a través de las bibliotecas ( antes, en España, también de los puestecillos callejeros ) y lo que leo es "lo que llega a mis manos", no lo que pueda comprar en librerías.
    Incluso con el tamiz del humor me gusta recrear la prehistoria, pues da para imaginar tantas cosas como pueda dar el futurismo.
    ¡Gracias!

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