martes, 30 de abril de 2013

Anécdotas de un mejillón y una leona ( XX )





La risa irreprimible en escena.

Difícil es reprimir la risa en un entierro cuando el impulso de reír es muy fuerte, tan difícil como evitar que nuestro cuerpo "dispare" sus porquerías si los esfínteres se rebelan contra la más férrea voluntad de evitarlo. Pues igualmente difícil es aguantarse la risa en escena o en un plató cinematográfico o televisivo. Tres anécdotas al respecto lo corroboran en esta entrega de "Anécdotas de un mejillón y una leona", para que ustedes disfruten por el módico precio de unas sonrisas.

Trabajé una vez haciendo un video que era un curso de español para ingleses. Los personajes éramos miembros de una comunidad de vecinos y yo interpretaba al portero o "empleado de finca urbana" En todas las secuencias aparecía vestido con un mono azul, unas veces en la casa de algún vecino y otras en el portal. ( No recuerdo nombres de los compañeros, productora, realizador, etc., pues no tengo junto a mi los albumes de fotos con tales indicaciones, y todo lo que publico aquí lo hago de memoria ) Bueno, pues aparte del realizador teníamos un director de actores y un profesor de lengua española. El director de actores era un argentino que tenía algún cargo especial en Radio Nacional de España, creo recordar, y que por circunstancias que he olvidado estaba a disgusto con esta grabación. La cosa es que se tomó el trabajo sin ningún interés, y no sólo pasaba de dirigirnos a los actores, sino que a mi me puso en un apuro gordísimo cuando le dio por hacerme reír en plena grabación.




El cabrón se colocó en un sitio desde donde no le podía ver el realizador, y empezó a hacerme gestos simiescos. Si a esto le añadimos que tal sujeto tenía una fisonomía que recordaba a un mono, se lo juro a ustedes, y que a mi no me resulta fácil aguantarme la risa cuando me da fuerte, pues imagínense lo mal que lo pasé, aunque una persona que se rie de la impresión de que se lo está pasando fenomenal.
El realizador era un tipo pacienzudo y no me echó la bronca, pero resultaba visible su contrariedad y la de todo el equipo técnico, y me dolieron mucho las miradas que me dedicó tras haber tenido que interrumpir la grabación tres veces. Y todo por culpa del jodido "mono"!


En el Teatro Popular Español, el portatil en el que trabajé durante tres temporadas, había una comedia que terminaba con una escena de gran comicidad, protagonizada por María Teresa Pozón y Faustino Garciluis. No recuerdo si la obra era "Cuidado con la Paca!" o "Los Marqueses de Matute" Yo formaba parte de los "señoritos ricos" de la casa y ellos eran dos paletos que se habían enriquecido repentinamente y un día nos visitaban grotescamente vestidos de ricachones y haciendo alardes de su nuevo estatus. Los demás personajes debíamos permanecer callados, con los semblantes ceñudos, visiblemente molestos por la actitud desvergonzada de los paletos. Pero a mi se me escapó la risa en una función, no puede aguantarme más, fue superior a mis fuerzas. Y he aquí que al salir del teatro me para una persona por la calle y me espeta: "Es que usted no sabe aguantarse la risa?... No es usted un profesional?" Suelo tener respuesta para todo, pero en aquel momento no la tenía. El hombre que me increpaba estaba cargado de razón, había pagado su entrada y tenía derecho a ser respetado como miembro del "respetable público" Agaché las orejas y continué mi camino. Muchas han sido las veces que he visto a colegas cachondearse en escena, pero eso no significa que sea moralmente lícito imitar las conductas nada ejemplares.








Difícil me fue también aguantarme la risa durante la grabación del primer capítulo de Taller Mecánico ( Mariano Ozores para TVE. Este capítulo se puede encontrar entero en google )  Participábamos en la misma escena Antonio Ozores, Alfonso del Real, Ramón Lillo y yo.  Justo antes de que Mariano dijese "acción!", Alfonso del Real y Antonio Ozores estaban dale que te dale con sus chistecitos y coñas marineras. Súmenle a esto que Alfonsito vestía de ciclista porque interpretaba a un hombrecillo que, tras reñir con su nuera, decidía marcharse a Rusia en bicicleta. Pues me costaba Dios y ayuda mantener el tipo, es decir aguantarme la risa. Menos mal que aquí tenía poco diálogo, sólo metía de cuando en cuando un "bocadillo" en la conversación que ellos mantenían.
Dificil, muy difícil aguantar la risa en escena o en un plató. Y se pasa fatal, se lo juro!






viernes, 26 de abril de 2013

Anécdotas de un mejillón y una leona ( XIX )



Desnudos integrales sí, pero no para la censura. ( Y II )

Ya dije en la anterior entrada que la calidad literaria de "El secuestro de un fontanero al desnudo" era nula, pero que no obstante tenía su público, como las pelis de Ozores y la telebasura. A lo mejor estábamos triunfando porque aún no había llegado la televisión basura y el público pedía "sensaciones nuevas" ( En la televisión de entonces se podía ver buen teatro: "Estudio 1" )
La crítica nos dio unos palos muy fuertes. Se pueden ver en google críticas del ABC  ( poniendo "Secuestro de un fontanero al desnudo" ) en las que conceptúa a la obra poco menos que de basura e incluso se pasan de rosca al decir que la dicción de los actores era mala. Yo he tenido siempre una dicción excelente y han sido muchísimas las veces que el público ha elogiado mi "preciosa voz", pero los críticos, cuando cogen carrerilla, ya no paran.

Pues sí, aterrizamos en Madrid y nada menos que en el Teatro Figaro, entre las plazas de Benavente y Tirso de Molina y a unos trescientos metros de la Puerta del Sol. No sé cómo se las arregló Alfredo Vázquez para que le diesen luz verde en un teatro de grandes estrenos, si bien era Agosto y en este mes no se estrena casi nada en Madrid.
Yo empecé llevándome una sorpresa desagradable. Me encontré un día esperándome en la puerta de camerinos al dueño de una pensión de la que me había marchado sin pagar antes de salir de gira. La hostia, qué bronca!, pero sólo consiguió que le devolviese la llave, que afortudamanente no la había perdido. Logré convencerle de que no tenía un duro porque la gira había funcionado muy mal y no nos pagaban. A lo mejor no me creyó nada, pero le di pena.
Segundo encuentro desagradable: la censura.

Pues sí, señores, conocí la censura franquista en sus últimos coletazos. Era absurdísimo a estas alturas, pero había que hacerlo. Actuamos en la víspera del estreno para cuatro señores vestidos de negro que se ubicaron en una de las primeras filas de platea. El resto del local estaba vacío, actuamos sólo para estos cuatro soplagaitas. Y lo hicimos sin los desnudos, sin todas las palabrotas que pronunciábamos en cada función y sin las numerosas "morcillas" que habíamos ido sumando al texto pueblo tras pueblo. Era una sensación rarísima la de actuar para aquellos sujetos "pintados" que no sabíamos que coño pintaban ya en España. La obra se autorizó, por supuesto, y no creo que fuesen tan gilipollas como para creerse que lo que habíamos representado ante ellos era lo mismo que íbamos a representar para el público. Yo creo que ni ellos mismos se creían ya que eran "indispensables" en el nuevo organigrama social. Estábamos en 1.977.

No acudió tanto público como en Valencia ni como en muchos pueblos grandes, pues en Madrid ya se habían visto muchos desnudos y en mejores obras, pero sí supuso un éxito el hecho de que no suspendiésemos ninguna función en pleno mes de Agosto. Acudían muchos gais de los que frecuentaban los bares de ambiente de La Puerta del Sol. Algunos sacaron fotos. Al terminar una de las funciones, Alfredo salió en busca de uno de los que habían hecho fotos, pero no le pudo atrapar. Menos mal que ninguno nos hicimos famosos porque quizá estarían ahora nuestras imágenes en pelotas circulando por Internet, je, je!
A veces nos enterábamos de los famosos que acudían a vernos, nos lo contaban los empleados del teatro, porque visto el pastelón de obra que hacíamos, ninguno osó acercarse a los camerinos a saludarnos. Recuerdo esto cuatro nombres: Massiel, Torcuato Luca de Tena, Antonio Garisa y su compañera Mari Begoña y Julio Iglesias.

La obra siguió algunos meses más, pocos, pero yo me despedí allí. Estaba muy cabreado porque Alfredo no nos quería pagar un día de sueldo corrido que nos debía, y nos enteramos de que se lo había pagado a Conchita Criado. Discutí y me puse muy borde, fui un par de días borracho al teatro para joderle.
Cosa de diez años más tarde volvimos a encontrarnos. El vivía en San Vicente del Raspeig ( Alicante ) y trabajaba como representante de orquestas. Me buscó una actuación en Elche y otra en San Vicente. Cuando entonces yo hacía un show humorístico. Lo que no había cambiado de Alfredo era el puro y el maletín de ejecutivo.

( Lo próximo: "La risa irreprimible en escena" )

martes, 23 de abril de 2013

Anécdotas de un mejillón y una leona ( XVIII )




Desnudos integrales sí, pero no para la censura ( I )

El relato de hoy, en el que se recogen diversas vivencias y anécdotas en torno a un bodrio teatral de relativo éxito, también habla de mi primer y último desnudo teatral.
Alfredo Vázquez no tenía talento como actor ni como escritor, pero reunió el dinero suficiente ( 100.000 pesetas de entonces ) y plagió una obra de teatro para lanzarse con su propia compañía. La obra era "El secuestro de un fontanero" de Manuel Pozón ( hermano de Teresa ) que ya se había representado en las carpas, y la obra de Alfredo Vázquez, con los oportunos "arreglos", se tituló "El secuestro de un fontanero al desnudo" Me consta que Manuel Pozón le denunció - aquello fue muy comentado en círculos teatrales - pero no sé en qué quedó la cosa.
El elenco lo formábamos Carmen Lagar, Ofelia Araujo, Conchita Criado, Alfredo Vázquez, Paco Barea y yo. Los protagonistas eran Carmen Lagar y Alfredo Vázquez. Ya he dicho en un principio que la obra era un bodrio, pues si bien tenía un pase el texto original de Pozón, la "versión" de Vázquez convertía este en una auténtica chapuza teatral a base de chistes zafios. Pero se trataba de hacer dinero y aquel era el "momento histórico" adecuado para los desnudos. La gente acudía por morbo y muchos se lo pasaban de maravilla, el mismo público de escaso nivel intelectual con que contaba Ozores para sus españoladas. Hubo un pueblo incluso, creo que de la provincia de Burgos, en donde la función se estiró hasta cerca de tres horas porque el público no paraba de reír.
Y tras hacer un montón de pueblos, aterrizamos en Valencia, nada menos que en el Teatro Alcázar.

Desnudos en Valencia.

Al llegar a esta altura del relato tengo que precisar que ni Paco Barea ni yo aparecíamos desnudos en escena. Se desnudaban Carmen Lagar y Alfredo Vázquez, los protagonistas. Pero algo iba a cambiar muy pronto. Un mes estuvimos en el Alcázar y con excelentes resultados en taquilla. Sin embargo, la compañía de Pastor Serrador, que actuaba en el Teatro Principal, suspendió función en varias ocasiones por falta de público. Y algunos días venían a vernos y se sentaban en la parte de atrás del patio de butacas. Así conocí a Simón Cabido, que actuaba con Pastor Serrador ( Uno o dos años después coincidiría con él en Barcelona. Simón estaba entonces con la compañía de revistas de Juanito Navarro y actuaban en un teatro del Paralelo. También iban con ellos Bibí Anderson y Miguel Caiceo. Unos cuantos años más tarde, cuando ya existían las televisiones privadas en España, Simón popularizó en Tele 5 su personaje de "Doña Croqueta")
Pues la cosa es que Paco Barea y yo urdimos sorprender a la compañía y al público con nuestros desnudos. Y en una función en la que el teatro estaba abarrotado, nos mostramos en pelota picada para mayor gloria o bochorno del arte de Talía. Pero justo es que lo narre con todos los detalles: El argumento era que una madre y sus hijas nos tenían secuestrados para obligarnos a casarnos con ellas, y no podíamos huír de casa porque nos habían escondido la ropa. Estábamos con unas sabanitas que nos cubrían de tal modo que parecíamos griegos o romanos en película de Hollywood, enseñando mucha cacha y mucho muslo. Y en un momento dado le decíamos al protagonista: "Oiga, a ver si esto se acaba de una vez, que además estamos pasando frío!" Entonces él fingía escandalizarse: "No llevan ustedes nada debajo?!" Y respondíamos: "No, si quiere se lo enseñamos!" Y hacíamos un amago de levantar las sabanitas, pero él nos atajaba: "No, no, quietos!" Sin embargo, en aquella función, en la que previamente habíamos dejado los calzoncillos en el camerino, nada más decir "si quiere se lo enseñamos", levantamos las sabanitas y nos quedamos con las pirulillas al aire durante varios segundos. Y entonces sucedió lo que no habíamos imaginado que podría suceder: El público prorrumpió en una gran ovación.
Alfredo Vázquez estaba tan alucinado por la sorpresa nuestra como por la reacción del público. Y nuestras churrillas no eran para aplauso, pues son más bien normalitas, pero el respetable celebraba contentísimo la novedad escénica, la respuesta de unos comediantes desinhibidos a la censura político-religiosa del puto franquismo.
Y a partir de entonces nos desnudamos en todas las funciones de Valencia y en todos los pueblos. Les juro que da morbillo estar ahí arriba y sentir que montones de miradas se concentran en la zona más íntima y limitadamente compartida de nuestro cuerpo.
José Antonio Vázquez, el hermano de Alfredo, que trabajaba como regidor en la compañía, me solía soltar una coña: "Joder, qué picha más rara tienes, tio!" Y es que todavía no me había cortado la fimosis.

( Este relato concluye en el próximo post... en Madrid )

sábado, 20 de abril de 2013

Anécdotas de un mejillón y una leona ( XVII )



Un suicidio poco creible, calentando el escenario y algo de huesos y huevos.

Una sola vez en mi vida he interpretado "Vida y Martirio de Santa Genoveva de Brabante", un drama antiguo que lleva una puesta en escena laboriosa, por no decir farragosa, pues hay que andar cambiando decorados a cada rato, ya que cada acto está dividido en un montón de cuadros con su correspondiente decorado.
La compañía del Teatro Popular Español tenía "archivada" esta obra y no recuerdo por qué ni en qué plaza la representamos. Imagino que fue en Avilés ( Asturias ) una localidad en donde se dio tan bien el negocio que actúamos un mes en cada uno de sus cuatro barrios más importantes. ( En el barrio de La Carriona, donde está ubicado el famoso cementerio de Avilés, trabajamos durante el mes de Noviembre, unas fechas demasiado tardías para un teatro de carpa en la lluviosa Asturias, y allí nos pilló el hoy histórico 20 N, pues esto fue en 1.975 )

La anécdota

El viejo Faustino ( o Tino ) Garciluis hacía el malvado "Golo", el paje que traiciona a la santa, y yo era otro paje, pero de buen corazón y amigo de la santa, que descubro la maniobra de Golo y voy a por él. Pero el muy pérfido, al sentirse acorralado, se suicida. Saca de entre sus ropajes un largo cuchillo y, tras pronunciar un parlamento muy dramático, se lo clava en el corazón. Naturalmente, no disponíamos de cuchillos trucados, ese era un lujo reservado a los del cine. Como lo hizo?... Pues se lo voy a decir a ustedes con las mismas palabras de un niño que asistía a la función en una de las primeras filas. ( Parecida reacción a la del niño de la fábula del rey desnudo ) Gritó el crío: "Se lo ha metido por el sobaco!" Imagínense la carcajada general del respetable y el cabreo consiguiente de Don Faustino.
( Nota técnica: El actor se ponía de perfil al público para que no se viese el engaño, pero los niños son muy listos, je, je! )

Y les cuento otro "desliz" de este hombre que también cometió mientras representábamos un drama, aunque no recuerdo ahora cual. Amenazaba a alguien y terminaba el parlamento muy enfáticamente con la frase "Aunque tengas los huesos más duros que piedras!" Pues dijo "huevos" en lugar de "huesos", lo cual dio un giro de ciento ochenta grados a la obra, del drama se pasó automaticamente al género sicalíptico, como lo llamaban los antiguos comediantes.
La "lengua de trapo" era un "don" compartido por padre e hijo. Tanto Faustino Garciluis como Tino Melgar soltaban sus buenos "camelos"

   

Y ahora imagínense ustedes un Avila o Segovia en uno de sus más crudos inviernos. ( No recuerdo en cual de las dos provincias nos sucedió lo que les voy a narrar, y aprovecho la coyuntura para decirles a mis números estadísticos o queridos lectores que nada tengo escrito y sólo dispongo de lo que me permite mi memoria, y son hechos de hace más de treinta y cinco años )
Viajaba con Antonio Ladehesa y su esposa Sita por esas frías tierras de la Meseta, y ocurrió que en uno de los pueblos nos negamos rotundamente a actuar. El frío era insoportable, "riguroso" por emplear un término más literario. Aquel local y una nevera eran la misma cosa. Y la buena de Sita tenía que aparecer destapadita en la mini comedia erótica que representábamos. Pero he aquí que varias personas del público reaccionan de la forma más sorpresiva y favorable para nosotros. "Pues van a actuar ustedes, claro que sí, nosotros no nos quedamos sin ver la función" Fueron a sus casas y regresaron con unas estufas de butano. No recuerdo si fueron tres o cuatro las estufas colocadas sobre aquella tarima que hacía las veces de escenario, pero sí recuerdo muy bien que nos dábamos los diálogos sin alejar mucho el culo de la estufa. Las posiciones en escena no fueron muy correctas, je, je!, aunque no llegamos a tanto como el gato de la foto.
( Nota técnica: En los teatros de carpa se utiliza en invierno un cañón de petróleo para calentar el recinto )

martes, 16 de abril de 2013

Anécdotas de un mejillón y una leona ( XVI )




Espontáneos en el escenario.

Una de las definiciones que da la Real Academia de la Lengua sobre la palabra "espontáneo" es esta: "Persona que interviene en un espectáculo por impulso natural, sin ser llamado para ello"

Bien, pues la espontánea de mi primera anécdota no es una persona, sino una perra, la noble y cariñosa "Linda", pastora alemana, mascota del Teatro Popular Español.
Estábamos en el escenario Carmen Melgarejo y un servidor haciendo una escena de "María Fernández", comedia de Muñoz Seca y Pérez Fernández a la que se había cambiado el título por el más "comercial" de "Dos paletos en Madrid" Carmen Melgarejo era una de las dos "María Fernández" y yo su administrador: "Diego Novales" La otra María Fernández, la paleta, era María Teresa Pozón, y el paleto lo hacía Faustino Garciluis ( Ver "Un clown en La Malquerida" ) Pero, volviendo al principio, en ese momento estábamos solos en escena Carmen Melgarejo y yo. Y ante nuestro asombro, que disimulamos como buenos cómicos, la perra "Linda" atravesó el escenario de un lateral a otro. Algo inimaginable porque estaba muy bien enseñada. No se paró ante nosotros a que la hiciésemos caricias, pasó por allí como si no estuviésemos, y parecía que estaba interpretando un personaje, pues llevaba una pata vendada por el golpe que la había dado un coche recientemente. No se oyó ni una exclamación ni una risa entre el público. Debieron dar por hecho que era una "colaboración especial" o una figuración de lujo al estilo de las que hacía  Hitchcock en sus películas.

El espontáneo de esta otra anécdota fue una persona muy pequeña.
En el Teatro Popular Español llevábamos en repertorio varios cuentos infantiles que representábamos los domingos y festivos ( Alí Babá, El Enano Saltarín, La Cenicienta, Barbazul... ) Había plazas en las que el negocio resultaba flojo con los adultos, pero se llenaba de críos en las sesiones infantiles.
Pues resulta que en una de estas funciones, cuando estábamos todos los personajes adelantados al proscenio, de cara al público, concluyendo el cuento con la consabida moraleja, advertimos sorprendidos que la grey infantil se estaba riendo sin que hubiese motivo para ello. Pues sí, pues lo había. Descubrimos que detrás de nosotros se había ubicado el pequeño Aitor, hijo de Marina Melgar y Angel Cobo, que no tendría más de tres añitos, y estaba simulando una actuación de rockero con su pequeña guitarra eléctrica de juguete. Un rockero precoz en la atmósfera de un mundo de hadas, brujas y príncipes azules.

En esta anécdota veremos saltar al escenario a una nutrida representación de la España más inculta y esperpéntica.
Viajaba con Antonio Ladehesa y su mujer Sita por pueblos de Avila, Segovia, Valladolid, Madrid... y no recuerdo si alguna provincia más. Hacíamos el género de moda: "café-teatro", o dicho de una manera más razonable: profanábamos una obra teatral representándola en cualquier lugar, pues lo mismo actuábamos en una sala de fiestas que en la sala de sesiones de un ayuntamiento que en un establo con las vacas allí presentes. Representábamos una obra preciosa: "Las mariposas son libres", y en algunos sitios completábamos el espectáculo con un skecht humorístico de contenido erótico en el que se Sita se "destapaba" hasta donde se permitía cuando aquello. Y en el fin de fiesta cantaba Sita y yo recitaba. También hacíamos la típica rifa de una botella de coñac y un balón o una muñeca. Antonio tenía mucho desparpajo y se le daba muy bien "picar" a los publerinos para que comprasen muchas tiras. "A ver, que no se diga, que en el pueblo de al lado..."
Bueno, pues he aquí que en un pueblo canijo, cuyo nombre siento no recordar, el público estaba absolutamente "pintado", que en el argot teatral significa impasible, amuermado. Vamos, que no parecen de carne y hueso, sino personajes de un cuadro. Ni se conmovieron con la obra romántica ni les hizo gracia el skecht humorístico. Una auténtica manada de borregos o la más genuina representación de la España profunda. Pero ahora viene lo bueno: Nada más terminar nosotros la función, unas quince o veinte bestias se lanzaron al escenario. Uno hizo la voz solista y los demás le corearon en el tema "La Ramona", se acuerdan?... aquello que cantaba Fernando Esteso: "La Ramona es la más gorda de las mozas de mi pueblooooooo!!... Ramonaaaaaa... te quierooooo!!"
El delirio, bravos, aplausos, el público en pie dando palmadas... reventando todos ellos de felicidad!... El mensaje venía a ser algo así como "Hala, que se enteren estos comediantes que los artistas de verdad somos los del pueblo, y si nos llevan la contraria les corremos a garrotazos"

jueves, 11 de abril de 2013

Amécdotas de un mejillón y una leona ( XV )




Gratis al circo y al teatro en Bilbao.




Era Agosto en Bilbao, era la "Aste Nagusia", aunque entonces se decía "Semana Grande" Claro que, tampoco había ikurriñas ni herrikotabernas, je, je!
Me fui a Bilbao con mi amigo Dacio Murguía, tratando de impresionarle agradablemente. Dacio era un sabio local, el hombre que más sabía de la historia de nuestro pueblo, Castro Urdiales. Sus libros y artículos en prensa siempre resultaban muy interesantes, aunque se ganaba la vida repartiendo barriles de cerveza con un camión. Ya no está entre nosotros y hoy en día una sala de exposiciones lleva su nombre.

Yo ya tenía a mis espaldas un montón de funciones con el teatro y presumía de saber más que Lepe, Lepijo y su hijo. Así que le dije a Dacio que íbamos a entrar gratis al teatro en Bilbao, y el pensó que me estaba marcando un farol, pero se dejó llevar como buen amigo.
Obra elegida: "Te casas a los sesenta... y qué?", con el incombustible Paco Martínez Soria.
En la puerta de acceso a los camerinos del Teatro Campos pregunté por el gerente de la compañía, y pocos minutos después conocí a Rafael Duque. Me presenté como actor y le dije que trabajaba en la compañía que dirigía María Teresa Pozón, mi "salvoconducto" a falta del carné de actor. ( Que me lo negó por empanada burocrática el Sindicato Nacional del Espectáculo, como ya relaté en un post anterior ) María Teresa era toda una institución en el mundo del teatro, tanto ella como su hermano eran muy conocidos y apreciados. Rafael Duque ( hermano de la actriz Mari Carmen Duque, como supe después ) no puso ningún impedimento para que mi amigo y yo entrásemos de gorra al teatro. Dacio alucinaba en colorines. A Rafael Duque volvería a encontrármelo unas cuantas veces más en Madrid.
Y nada, pues que lo pasamos bomba con las divertidísimas situaciones de la comedia y los trillados recursos de cómico viejo del señor Don Paco. Y al salir del teatro le propuse a Dacio otro "reto": "Y qué tal si nos vamos a la función de noche del circo?"
Se trataba del Circo Atlas, el de los Hermanos Tonetti, ídolos mios desde que era un crío.


                    


Ni corto ni perezoso pregunté en la entrada por Pepe Tonetti y no tardó en presentarse, pues su roulotte vivienda estaba junto a la misma entrada de la carpa.
Este hombre, uno de los mejores payasos que ha tenido España, cerebro y corazón de los Hermanos Tonetti ( un gran monumento honra la memoria de la pareja en Santander capital ) era sumamente vitalista, campechano y deportista. En aquel tiempo no era tan normal como hoy ver a personas en chandal haciendo ejercicio, y Pepe era un acérrimo partidario de la vida sana.
Me atendió con su mejor sonrisa y nos dio un ratillo de conversación antes de que pasásemos al interior de la carpa. ( Lo que no recuerdo ahora es si ya había entrevistado a Tonetti para el periódico de mi pueblo o si dicha entrevista fue posterior a este día )
Años después entrevisté a Pepe en Madrid, cuando estaba el circo instalado junto a la Plaza de Toros de Las ventas, para la revista Personas ( un proyecto que estuvo en los quioscos muy pocas semanas ) y en otra ocasión, cuando yo ya vivía de casado en Alcalá de Henares, fui con mi mujer y los niños al circo, y Tonetti, el mismo hombre vitalista y dicharachero de siempre, nos recibió con sumo afecto y nos invitó a ver la función en localidades preferentes de pista. El negocio ya iba de capa caída, pero él aún sonreía a la vida y amaba a sus semejantes. Años más tarde, cuando la quiebra económica arrasó su negocio, "Nolo", el clown, el payaso de la cara blanca, se suicidó. Pero Pepe aún vivió hasta la ancianidad y fue presidente del Club de Payasos Españoles.

Mi amigo Dacio Murguía quedó tan favorablemente impresionado por mi "audacia" y el hecho consiguiente de lograr entrar gratis a dos espectáculos el mismo día y en una ciudad en fiestas, que, a partir de entonces, siempre aprovechó la ocasión para contárselo a otras personas delante de mi. Se convirtió en su anécdota preferida de nuestras correrías. Para él había sido algo fascinante, y para mi una cosa normal como actor, un "derecho adquirido", je, je!

Dacio Murguía y Pepe Tonetti, os recuerdo como dos buenas personas que admiré en aquellos tiempos de mi juventud.