viernes, 23 de agosto de 2013

TECLEANDO EN VERANO (II)



Roma Viene de la entrada anterior.

La mujer no habría lanzado a su huargo contra el infiltrado, pero le pareció que esta amenaza era más efectiva y contundente, ya que si alguien sabía de ella y sus hombres, sabía también que no torturaban. Cosas de la información que volaba impunentemente a pesar de todas las precauciones, ya que la prueba la tenía ante su vista al haberse infiltrado el enemigo.

Todos estaban expectantes, excepto el lugarteniente, el cual conocía a la mujer casi tanto como su lobo huargo y sabía que se trataba de una añagaza.

- ¡Lobo! Mira qué pestilencia ha dejado en mis estancias este cerdo -dijo la mujer al huargo en referencia a que el infiltrado había vaciado sus esfínteres- ¡Limpia!
El enorme lobo, sin separar la vista del infiltrado, gruñó, enseñándo más sus terribles dientes y acercándose poco a poco a la cara de éste. Sabía lo que pretendía su ama, se comunicaban mentalmente. Era algo que sus hombres no comprendían, pero de lo que tenían hartas pruebas y sentían un inmenso respeto por ambos, lobo y ama, porque además, ella era respetuosa y educada con sus hombres, sólo exigía lealtad y obediencia de las ordenes recibidas, las cuales siempre eran claras y concretas, y el lobo... los más valientes jugaban con él sin temor.

- ¡No! ¡No! ¡Hablaré!

Tras el vidrio blindado se alzó una ceja. Cayo Julio César estaba realmente interesado en lo que ocurría. La mujer pensó en la Historia, lo que conocía de aquella gente atrapada tras el vidrio, cual insectos en ámbar pero vivos, en movimiento. Pensó: "Qué rameras y furcias fueron las mujeres nobles de Roma, y qué miserables sus hombres que ostentaban cualquier poder, por pequeño que fuera". Miró despectivamente a Posca, el esclavo de Julio César que luego robaría el oro de la República cuando fuera liberto.
Su lugarteniente la volvió a la realidad apretándole blandamente el brazo.
- Lobo Gris espera instrucciones -le dijo sin sorprenderse por el despiste, dado que sabía de qué iba el asunto tras el vidrio y comprendía la ingente tarea-
- Gracias. Ahora me pongo.
Volvió a mirar a los ojos al infiltrado, haciendo señal al huargo de que se apartase.
- Bien, ¿qué tienes que decirme?
El hombre tragó saliva dificultosamente. Todo él temblaba y acabó hablando a trompicones.
- Yo... Yo... -la mujer esperaba pacientemente, en silencio- No sé mucho... señora... sólo que no soy el único... Pero... pero... tampoco sé quienes son los otros...
- ¡Nando! - bramó la mujer, y su lugarteniente se cuadró- ¿Quien mierda se encarga últimamente de aceptar guerreros?
El lugarteniente palideció. Sabía que él debería haberlo sabido. Era un descuido imperdonable. El huargo se volvió hacia él, sin enserñarle los dientes ni gruñir, sólo mirándole con sus ojos que decían tantas cosas... Nando no las entendía siempre, pero sabía que decían mucho y en esta ocasión supo que el gran lobo le hacía un reproche como su ama.
- ¡Lo averiguaré enseguida!
- Ve y no pierdas tiempo, es muy importante -y dirigiéndose a sus otros hombres, ordenó- ¡Llevaos a este a una celda!

Se sentó ante el teclado y el huargo se echó a sus pies. Cabizbaja, tuvo que alzar el rostro cuando una de las mujeres "visitantes" se dirigió a ella.
- ¡Soy Atia de la Casa Julia! -dijo con prepotencia y desdén, como quien en aquellos tiempos se dirigía a un esclavo-
Julio César, consciente ya de lo que ocurría, aunque lógicamente, no acabara de entenderlo, la mandó callar. Imposible. Una de las más grandes rameras nobles de Roma, una furcia fornicadora, imbuida de su rango, no callaba ante nadie.
La mujer la miró, entre asco y pena.
- ¿Y? -le inquirió-
- ¿Quien eres tú para mantenernos encerrados aquí? ¡Lo lamentarás! ¡Serás azotada hasta la muerte! ¡Lamentarás haber nacido, ramera!
La mujer del teclado miró a los ojos del huargo, el cual ni se había inmutado, pero sí levantado la cabeza, mirando a su ama. Ambos se decían "menuda puta loca, la que le espera".
- Atia de la Casa julia. Estás encerrada para preservar tu vida, la cual espero devolver a su lugar de origen en su tiempo. Si eres necia, yo no tengo la culpa. Y no vuelvas a dirigirte a mí como lo haces a tus esclavas, porque tal vez haga entrar a Lobo Gris en tus estancias.
- ¡No te atreverás!
- ¿Por qué no? Aquí mando yo y tú no eres nadie, sólo una ramera cuya Casa ya no existe.

Hubo un revuelo tras el vidrio blindado. Era evidente que los "visitantes" no eran tontos.

Continuará...

4 comentarios:

  1. Lo siento, no puedo seguir una historia en este formato...a ver si cuando la acabes. La imprimo y la leo.

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    1. ¿?
      ¿Qué le pasa a este formato? Es el mismo de siempre.
      No fastidies que te has acostumbrado tanto a Facebook y Twitter que eres incapaz de leer un blog.

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  2. Una pregunta: ¿el lobo está inspirado en alguna persona real?

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    1. No necesariamente. Tuve un amigo con este nick, pero ahora me límito a un animal, un enorme wargo de gran inteligencia, capaz de leer la mente. Esta inspirado en 'Juego de Tronos'.

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