lunes, 29 de julio de 2013

El baño de Ernesto



Sus familiares y el equipo de especialistas que le atendían decidieron tener un gran detalle para con Ernesto. El verano estaba siendo muy caluroso y Ernesto echaba de menos aquellos tiempos cuando aún era una persona normal e iba a la playa.
Había que organizarlo todo muy bien para que saliese bien, aunque suene redundante dicho de este modo. No era fácil trasladar a Ernesto hasta la playa, hasta la misma orilla, hasta colocarle en el agua.
Se buscó una playa discreta, poco frecuentada por bañistas, y se programó la llegada a una hora temprana a fin de evitar el exceso de curiosos. Previamente hubo que construir el vehículo en el que se introduciría a Ernesto en el agua, una especie de cama con ruedas que sería empujada por varias personas, pues el peso de Ernesto iba a dificultar el rodaje del carro-cama por la arena. También se diseñó un bañador especial para que el ilusionado bañista se sintiese auténticamente un bañista.
Ernesto era un caso especial de obesidad peligrosa, su peso alcanzaba ya los 318 kilos y los médicos se encontraban con dificultades para operar, pues temían que el debilitado corazón del enfermo no respondiese bien a la cirujía.

"Vamos allá!", gritó Nuria, la psicóloga que dirigía las maniobras del carretón. "Aquí mismo!" Hubiese sido imposible llegar más allá, pues las ruedas quedarían atrapadas en la arena mojada, pero estaban en el punto idóneo para que la marea, que ya empezaba a subir, cubriese parte del cuerpo del especial bañista. Más tarde lo remolcaría un potente land rover para sacarlo de allí.
Y el agua mariná llegó por fin al cuerpo del hombre.

- Oh, el agua, el agua! - exclamó alborozado Ernesto.
- Sí, hijo, sí, el agua! - respondió su anciana madre - El agua del mar, hijo mio!... Qué hermosa es la mar, verdad?!...  Qué hermoso y que grande es el Mediterráneo!" - Realmente su corazón estaba diciendo: "Qué feliz me siento de ver a mi hijo feliz!"
- El Mare Nostrum, como lo llamaban los antiguos romanos, el Mar Nuestro - Apuntó Nuria
Si había alguien feliz de verdad en esta mañana luminosa de Agosto y en toda la extensión que abarca el Mediterráneo desde Gibraltar hasta Siria, eran Ernesto y su madre. Felicidad que les era contagiada a los voluntarios que colaboraban en tan humanitaria acción.

Pocos meses después se apagó para siempre la vida de Ernesto. Su madre le vio sonreír unos segundos antes de expirar, y un hilillo de voz surgió de aquel gigante con corazón de niño: "Oh, el agua, el agua!" Ernesto murió recordando el momento más feliz de su vida.












     Concurso Veraniego de Relatos Cortos número 11

Nº 10, La suerte de Poncio. (Segundo relato)
Nº 9, Gumersindo, el buen playero
Nº 8, La suerte de Poncio (Primer relato)
Nº 7, Amarillo, rojo y verde
Nº 6, El fantasma de playa La Barrosa
Nº 5, El mirón de la montaña
Nº 4, Un verano maldito
Nº 3, Un verano candente
Nº 2, EL REGRESO DE LOS DIOSES
Nº 1, Golpe de calor justiciero 

11 comentarios:

  1. Oh, se me fue el santo al cielo, Doña Leona, no le he dejado el espacio arriba, me he dado cuenta nada más colgarlo. Mil disculpas.

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    1. He tenido que ponerlo abajo porque de nuevo el texto baila un rigodón, ¡uf!
      Es curioso, pero sólo ocurre con lo que redacta usted.
      Y el enlace número nueve, sigue saliendo en letra pequeña, sin posibilidad de modificarla :(

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    2. Disculpe por este fallo, se me va mucho la bola ultimamente.

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  2. Sí que me ha conmovido, sí.
    Desgraciadamente hay casos así y no todos consiguen cumplir esta ilusión. Es un relato muy emotivo.

    Para otra vez, aconsejo que en vez de ruedas se usen unos patines, tipo esquí, como los hidroaviones ;D
    Ah, y también alzados por detrás, para cuando el Land Rover lo saque de la playa.

    ¡Feliz verano!

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    1. Pues mire usted que no caí en lo de los patines, a lo mejor pensé en mi subconsciente que iba a ser más pesado llevarlo todo el camino con los patines.

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    2. Hombre, no sé, pero me da a mí que no van a llevar a este hombre en bañador desde su casa hasta la playa, empujando el carricoche.
      Sé que se hace con impedidos, se los transporta en furgonetas para desplazar a los impedidos, y en la playa elegida hay un paseo de madera hasta el agua donde los acercan en silla de ruedas, luego tienen un aparejo que los alza hasta dejarlos en el agua, sin soltarlos, y posteriormente los sacan. Lo de Ernesto es especial por su tonelaje, claro, y ahí reside la emotividad del relato.

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  3. Una historia conmovedora.
    Tiene un pequeño fallo muy propio de los habitantes del norte. El Mediterraneo apenas tiene marea.

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    1. Cierto. Algo no me cuadraba y es esto, je je je...

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    2. Pues yo he visto la marea alta y baja en las playas que he frecuentado de Murcia y en la de Sam Juan de Alicante.

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    3. Vaaayaaa... la playa de San Juan de Alicante... Ahí asegura tener el "fantasma" uno de sus apartamentos, además de en Torrevieja y otros dos que no recuerdo.
      En fin, me va a ser imposible costatar la marea porque con los "fantasmas" ya se sabe, je je je...

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  4. Aquí en mi ciudad, las mareas no se notan nada, nada, nada, nada, pero lo que es nada, ¿eh? Las habrá, pero me extrañaría que llegaran a los 20 centímetros.

    Por lo demás, conmovedor el relato, sí. Ernesto, además de ser obeso, padece alguna minusvalía mental, ¿no?

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Lamentamos que exista moderación de comentarios, pero es necesario debido a ciertos anónimos muy persistentes.