jueves, 28 de marzo de 2013

Anécdotas de un mejillón y una leona. (XII)



El carné de actor

Me hacía mucha ilusión contar con el carné de actor porque ser actor era mi vocación y porque el mero hecho de disponer de un cartoncillo en el que figurase como discípulo de Talía con carácter oficial, enriquecía mi vanidad de comediante jovenzuelo. Vamos, que me hacía sentirme importante. Y, qué coño, porque me lo merecía.
Y tropecé con la puta burocracia a la que aprendí a odiar desde entonces. Ya fuese aquel rancio sindicato vertical o los que vinieron después, ninguno me sirvió para solucionar mis problemas laborales.
Bueno, el caso es que anhelaba aquel pequeño documento acreditativo de mi oficio, aunque estuviese ornado con el yugo y las flechitas de la Falange. ( El "cangrejo" aparecía por todas partes, lo mismo en ciertos documentos que en los edificios del régimen: Viviendas Sociales XXV Años de Paz, por lo cual lo consideré un mal menor )

Y me presenté en el Sindicato del Espectáculo, que cuando aquello estaba en la Cuesta de Santo Domingo, entre Callao y Opera ( del centralizado Madrid, por supuesto ) Recuerdo que los actores que se hacían cargo de estos trámites eran German Cobos y Tina Sainz.  No he olvidado sus nombres porque ya eran famosos y porque para mi esta gestión era importantísima. Planteé mi problema: Yo no disponía de "contratos de meritoriaje", los cuales se exigían para conseguir el carné de actor. ( Los actores meritorios trabajaban gratis en papeles insignificantes "haciendo méritos" para el carné. A los universitarios se les pedía seis meses de meritoriaje y a los demás un año ) Y yo no disponía de tales contratos porque en los dos años que llevaba trabajando en el teatro lo había hecho en calidad de profesional.
Después de dudar un rato, me preguntaron si podía demostrar los trabajos que había hecho como actor. Naturalmente, les dije, contentísimo porque ya veía acercarse mi anhelado carné. Volví otro día con todo el dosier que corroboraba mi deambular teatrero, que me envió mi madre en un paquete desde el pueblo: programas de mano que editaba el Teatro Popular Español en cada pueblo y en los que aparecía mi nombre junto al resto del elenco; críticas en el periódico local de mis funciones como aficionado ( El Inocente de Calvo Sotelo, Las Manos de Eurídice de Pedro Bloch y un festival ) un bellísimo reportaje que me hicieron en la prensa asturiana por un recital que di en Candás; propaganda de otro recital en Avilés y un montón de papeles más que no recuerdo ahora, pero que abultaban bastante.

La cosa es que me fui de gira una temporada más con el Teatro Popular Español, y las giras de las carpas duraban cuando entonces unos seis o siete meses: de Abril o Mayo a Octubre o Noviembre. Cuando regresé a por mi "carné de actor", el sindicato estaba ahora en la Avenida de America, donde nace la carretera de Barcelona, edificio que después pasó a ser de la UGT ( foto de arriba ) y los sindicalistas seguían siendo gente de UGT y Comisiones camuflada.
Pregunté ilusionado por mi carné, no sin nerviosismo, y esperé un buen rato porque no lo encontraban. Recuerdo que allí estaba el gran actor José María Prada conversando con otros compañeros y echando pestes porque en algunos pueblos los empresarios de las compañías todavía acudían a pedir permiso a la Policía para poder actuar.
Finalmente regresó la persona que andaba buscando mi carné y me mostró un papel con una nota que alguien había escrito: "No se le puede dar el carné porque no ha presentado contratos de meritoriaje"
Ni que decir tiene que no conseguí nada con mis protestas, que elevé respetuosamente porque de sobra es sabido el temor que teníamos a los organismos oficiales, en los que cualquier chupatintas se sentía poderoso, y yo, a fin de cuentas, era un chaval. ( Hablo de un año o dos antes de la muerte de Franco) Y aquellos sindicalistas de la Izquierda habían heredado la abulía de los temibles verticalistas.

Me he alargado demasiado para el poco tiempo del que dispongo en Internet. Así que dejo para mi próximo post el encuentro que tuve con los "grises"... en el que algo tuvo que ver un carné.

9 comentarios:

  1. Hola!
    Ya he terminado "El valle de las sombras" y me ha gustado muchísimo. Supongo que la controversia de la que me han hablado tanto usted como el bibliotecario surge ante la decisión final del policía republicano de desactivar la bomba. A bote pronto se te pasa por la cabeza que no lo debería haber hecho porque una persona real de su pensamiento político hubiese optado por matar al tirano por encima de cualquier otra consideración de humanitarismo o camaradería hacia su nuevo amigo. Pero si lo piensas más despacio empiezas a plantearte hasta que punto la muerte del dictador iba a ser beneficiosa en ese momento. Sigo...

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  2. Lo más probable es que se hubiese desatado más represión y una carnicería feroz entre varios grupos, no sólo entre el pueblo y los políticos dominantes, sino entre los grupos afectos al regimen que se llevaban a matar. A estas alturas de la película, y aunque me joda mucho llegar a esta conclusión, Franco era un mal menor. A pesar incluso de los "años bárbaros" que aún quedaban por delante.
    Buen día!
    ( Intentaré conectarme mañana desde un ciber de pago, sino hasta el martes )

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    1. Efectivamente, matar a un tirano no supone mejorar las cosas cuando están como están. Al fin y al cabo era un mal menor como usted mismo dice y el atentado habría supuesto una masacre peor que la de la guerra civil, vamos, una encima de otra, sin respiro alguno.
      A veces es duro elegir, pero mucho más es hacerlo equivocadamente.

      Buen fin de semana.

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  3. Jodeeeer!... Se me ha vuelto a pasar otra vez lo de "Anécdotas de un mejillón..." Mil disculpas y perdone que la moleste, pero aquí no me sale lo de "diseño", queda fuera de la pantalla.

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    1. Tranquilo, la Capitana siempre alerta a bordo, je je je...

      Luego le respondo a todo, que hay que hizar las drizas y controlar la vara de sotavento ;D

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  4. ¡Jo!, por supuesto que se merecía el carnet de actor, puesto que lo era.
    Lo que cuenta es alucinante, pero desgraciadamente ya no podemos sorprendernos porque lejos de mejorar, las cosas empeoran a ojos vista. Qué más da quien maneje el timón, siempre funcionan mal y con prepotencia, sean rojos, azules o verdes.
    Recuerdo el cambio de uniforme de la Policía Nacional, se gritaba "¡Grises o marrones, son unos cabrones!".
    ¿De qué sirve cambiarse la chaqueta si el contenido de la prenda sigue siendo el mismo? El ya en 1967 Fiscal Jefe de la Audiencia de Barcelona, Carlos Jiménez Villarejo, anda hoy promoviendo algaradas rojeriles en la Universidad, cuando con su cargo franquista aceptaba sin pestañear las torturas inflingidas. ¿Curioso? No. Son lo que son, se vistan como se vistan. Ya sabe, "aunque la mona se vista de seda, mona se queda".
    La policía actual podría ser mejor si no fuese porque por encima de los jóvenes agentes siguen habiendo personas de antaño que son quienes dictan las órdenes. Sin olvidar, claro, que todavía se alistan engendros deseosos de pegar.

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  5. La policía raramente se enfrenta a sus mandos porque en ello les va el sueldo. La otra categoría a la que alude es la de los sicópatas camnuflados, que los hay en las policías y en los ejercitos a montones. Y no me extiendo más porque este ciber es un caos, cuesta redactar dos líneas seguidas. Hasta mañana!

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  6. Tuve un compañero que trabajaba en el teatro Romea, de segurata, según él todas las actrices que empezaban tenian que mamarsela al director. La mujer de la limpieza no paraba de encontrar condones usados en la pepelera de su despacho. Lo del Bolshoi no es nada nuevo.

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  7. Oh, la leyenda negra!... Je, je!

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Lamentamos que exista moderación de comentarios, pero es necesario debido a ciertos anónimos muy persistentes.