jueves, 21 de marzo de 2013

Anécdotas de un mejillón y una leona ( VIII )




En manos del apuntador

En mis comienzos teatreros trabajé en tres compañías de carpa, en una de ellas durante tres temporadas: "Teatro Polpular Español", en otra una temporada: "Teatro Regional", y en la tercera una semana: "Teatro Benavente" Estos teatros portatiles llevaban un extenso repertorio de comedias porque las actuaciones se prolongaban hasta un mes en cada plaza. ( Sólo había un canal televisivo en España y no estaba legalizado el juego ni las sex-shops ) Y me contaron los cómicos viejos que, años atrás, alguna compañía llegó a estar en un pueblo hasta cinco meses.
Bien, pues esto sólo era posible gracias a unos precios muy baratos y a que se cambiaba de comedia cada dia, además de una publicidad muy económica a base de un coche con altavoz y una pizarra en la puerta del teatro anunciando la función del día. Diariamente se cambiaban en los palos de la tramoya los decorados: casa rica, casa pobre, palacio, exterior jardín, etc. y se distribuían los muebles en la escena de manera distinta a la función anterior. Y se ensayaba muchas tardes, no todas, según tuviésemos "dominados" los papeles. Se daba el caso de "rescatar" alguna comedia en esa plaza, alguna que se había apartado del repertorio hacía tiempo, y no quedaba más remedio que ensayar. Y nos encomendábamos al "angel guía" del escenario: el apuntador. Yo estuve saliendo en La Calzada, Gijón, a un "embolado" cada día, pues era comienzo de temporada y tuve que memorizar unos cuantos papeles nuevos, y de un día para otro era imposible memorizarlos por completo. Pero descubrí fascinado lo fácil que es dejarse llevar por un buen apuntador, en este caso apuntadora: Carmen Henche, una maravilla en su oficio, y que conste que este es el oficio más difícil del teatro. Muchos actores no sirven para apuntadores.
Carmen llegaba claramente a cada actor y su voz apenas era audible por el público. Sabíamos en cada momento a quién estaba dando texto y no dudaba en repetirlo al instante cuando alguien no había oído bien.
Una maravilla que no duró siempre. En la última temporada que estuve en esta carpa, tuvimos un apuntador que fue el reverso de la moneda de todo lo que estoy contando, un auténtico suplicio para el actor.

Próxima colaboración mia en esta sección: "Cuando el apuntador es nuestra perdición"

3 comentarios:

  1. Cierto, no todos los actores sirven para apuntador, el ego se lo impide al pensar sólo en ellos, sin tener en cuenta el hecho de ayudar a los compañeros.

    Carmen Henche valía su peso en oro. ¿A que sí?

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  2. Y tanto, era rarilla en lo personal, muy centrada en sí misma, pero como apuntadora valía un montón.
    Me alegra encontrármela de nuevo. Un abrazo!

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