martes, 19 de marzo de 2013

Anécdotas de un mejillón y una leona. (VII)





Teatro. ¡Yo lesbiana!

Fue en la compañía de aficionados donde actuaba con aquel niñato de director que no se enteraba de nada. Esta vez el guión era suyo, que a mí nunca se me ocurriría desempeñar semejante papelón. Pero en fin, me tocó y lo acepté con profesionalidad.

Empezamos con las reuniones previas, que allí, la única incombustible y constante era yo, los demás eran aves de paso, siempre cambiando.
Presentación, charla, adjudicación de papeles, y al ver el mío exclamé: "¡Anda, tengo que llorar!".  El dire me miró fijamente y señalándome con el dedo gritó: "¡¡¡Llora!!!". Y lloré, recordando lo que me costó arreglar su metedura de pata en la función anterior, ¡juas juas! Aplausos de los compañeros y satisfacción del nene.

En principio mi papel no revestía ninguna dificultad, pues se trataba de varias historias paralelas que coincidían al final, en un restaurante donde nos acabamos encontrando todos los actores.
Yo era la hermana del dueño del establecimiento, papel interpretado por el dire. Llegaba allí casi al final, con una bolsa de viaje y me ponía a llorar a moco tendido por haber perdido el cariño de mi amor, interpretada por una sudamericana de escote pechugón que me dió dentera desde el primer momento. Esta estaba sentada en una mesa con el resto de los actores y al verme entrar y llorar se levantó y vino a mí declarándome su amor, dejando plantado al tío con el que estaba, o sea, que de lesbiana nada, bisex, como les gusta más a los progres, lo que era el dire.
Esto estaba en el guión, pero lo que no, es lo que hizo la sudaca esa: agarrarme el cogote y estampar mi cara en su escote desbordante.
Sólo las fulanas se comportan como tales y tuve que hacer un esfuerzo para no salirme del guión. Ella lo había hecho, pero si lo hago yo, la función se va al carajo, así que me limité a separar mis brazos, en plan payaseril y cuando me dejó respirar, poner cara de tonta, como muy sorprendida, lo cual era real.

Encima el dire improvisaba sobre la marcha y cuando se cerró el telón nos hizo salir a cada uno contando nuestro "futuro", conque, agarrando las cortinas, asomé mi cara con esa encima de la mía, diciendo que nos habíamos casado y éramos inmensamente felices.

No recuerdo si en esa función estaba mi familia. No recuerdo más que la trampa que me tendió el niñato. Y bien que se lo hice pagar en el foro municipal de Cultura, aunque no por este tema, que me importaba un pimiento, sino por sus insensateces, una detrás de otra.

Sobre la actuación, creo que una cosa es saltarse el guión por algo perentorio como haber olvidado el diálogo, y otra muy distinta que a una tía se le ocurra restregarte la cara en su tetamén sin estar previsto, porque su familia está allí y quiere demostrar que es una profesional fantástica. Más profesional fui yo al aguantarlo sin partirle la cara.


3 comentarios:

  1. Nada, tenía que haberle partido la cara a la pechigona, je, je!... En el teatro profesional las "incidencias" suelen darse por exceso de confianza o de años pisando las tablas, y en el de aficionados por querer hacer alardes, mezclándose a eso el factor nervios y la impetuosidad propia de los debutantes. Y cuando las familias acuden a ver a sus "estrellas", a veces se crean situaciones muy tensas, como contaba una actriz ( no recuerdo ahora el nombre ) en una entrevista que leí recientemente, que no se le ocurrió a su familia otra cosa que ir a verla cuando estaba haciendo una función en la que fingía una felación en escena.

    Pues también lloraba un poco, o al menos lo intentaba, en una escena de mucho patetismo que hacía con María Teresa Pozón en La Malquerida. Yo interpreta el "Norberto" y terminaba arrodillado ante ella en medio de una escandalera tremenda.

    Vioba el Teatro!

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    1. Oiga, pues igual al dire le habría gustado mi reacción fuera del guión, habría alargado unos minutos la función con resultado imprevisto, eso sí, que no se sabe cómo habría reaccionado esa, si llorando a su vez y arrastrándose de rodillas implorándome perdón, o acabamos tirándonos de los pelos y rodando por el suelo, ¡juas juas!

      Mi familia ya sabía el papel que interpretaba, claro, pero no la impetuosidad de esa, que no estaba prevista. Aunque creo que en esa ocasión no vinieron; recuerdo haber saludado a los amigos que no se perdían una, incluso una amiga venía desde otra población, es profesora de instituto, ella y yo éramos las mayores del grupo, el resto, chavales y chicas. Íbamos al cine, a ver VOSE y a cenar de vez en cuando, un grupo cultural.

      Norberto, el ex de Acacia y sospechoso del asesinato de Faustino, vaya papel. Me hubiera gustado verle.

      ¡Viva el Teatro y los buenos actores!

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  2. Viva!... Je, je! Hay amigos tan fieles que hasta van al teatro a ver a los amigos, otros se escaquean, sobre todo en aquella España en la que la palabra teatro sonaba a cultura, es decir a algo muy aburrido, y no se caían del burro aunque les dijeses que era una comedia muy cómica. ( He conocido personas que no han ido una sola vez en su vida al teatro )

    Feliz tarde!

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Lamentamos que exista moderación de comentarios, pero es necesario debido a ciertos anónimos muy persistentes.