viernes, 22 de agosto de 2014

Concurso Veraniego de Relatos Cortos 2014 (12)

Pinchar aquí para ver las normas del concurso.

  Relatos anteriores:

1- Fieras en la playa. De Iñaki Zurbano Basabe  
2- Llegado el verano. De Enriqueta Jiménez Herrera  
3- Empanada gallega. De Iñaki Zurbano Basabe   
0- Sadismo en el hospital. De Leona Catalana (Fuera de concurso)  
4- El verano de Rupertina. De Enriqueta Jiménez Herrera   
0-2-  Un ángel veraniego. De Leona Catalana (Fuera de concurso)  
5- Un verano triste. De Enriqueta Jiménez Herrera   
6- Campo o playa. De Iñaki Zurbano Basabe   
7- VACACIONES SOÑADAS. De Jesús 
8- JESÚS JOSÉ Y MARÍA. De Enriqueta Jiménez Herrera  
9- Un final atípico. De Iñaki Zurbano Basabe  
10- Monjas viejas y curas guapos. De Enriqueta Jiménez Herrera
11- ¡Cuántas cosas se pierden! De Iñaki Zurbano Basabe

***********************************

Autor: Golondrina

EL TIEMPO ENTRE LOS MEDIODÍAS Y LAS MEDIASNOCHES DE VERANO

Me despierto turbada, desorientada. Pese haber dormido más que en tres días seguidos de una frenética semana invernal, mis ojos aún pesan como el plomo, mis miembros se retuercen con deliciosa pereza y hasta mi cuerpo se permite regalarse un par de bostezos mañaneros, todo un placer y un lujo tan solo al alcance de los veraneantes o de aquellos acaudalados que pueden pagar el coste del tiempo necesario para tener amaneceres placenteros. Bueno, dejándome de divagaciones y prosiguiendo con la descripción, debo aclarar que lo de “mañaneros” era sin duda un decir simbólico -porqué son pasadas las 15h pm- pero este es, sin lugar a dudas, uno de los encantos del concepto “vacaciones”, el de la vida sin horarios que nos deja saborear, aunque sólo sea por unos días, esa libertad que sacrificamos los mortales corrientes para prosperar en la sociedad.

Tras una noche de festejos veraniegos, lo primero que una hace al reunir las fuerzas suficientes para incorporarse y saltar de la cama, es una expedición a la nevera sin otro fin más que el de asaltarla indiscriminadamente cual famélica criaturilla se tratase (aunque lo cierto es que apenas habrán transcurrido unas 10h desde el maratón de tapas y vinos de anoche). Acallo los rugidos de mi estómago cogiendo los restos de un plato por aquí, las lonchas de un paquete abierto de embutido por allá… (porqué sí, este ritmo de vida estival despierta en mi una curiosa tendencia hacia la “cocina experimental”).

Una vez bien alimentada, ahora sí que me embarga la indescriptible sensación de “los mediodías de verano” (una emoción que por cierto, podría haber bautizado con un toque de mayor originalidad, ciertamente, aunque eso es algo que nunca me ha caracterizado). Cuando a esto me refiero empleando términos tan vulgares que no le hacen justicia, hablo de la extraña ensoñación a la que me transporto a estas horas y en la época del año mencionada. Ya esté en el sofá de mi salón, en el de un apartamento de alguna bulliciosa ciudad del centro, en el porche de la casa de pueblo de mis abuelos o simple y llanamente, bajo el resguardo de una sombrilla en la playa… me halle donde me halle, la brisa, el temblor de las hojas de los árboles, las olas de fondo, el crujir de la tierra bajo pasos ajenos o el murmullo de una televisión encendida para amenizar la sobremesa de algún bar campechano… todo ello se funde en mi cabeza,  coexistiendo para componer una errática sinfonía que, junto con los brillantes rayos de un sol de justicia amenazando con devorar las sombras en las que me acurruco huyendo del calor, me trasladan a un universo imperturbable y atemporal que huele a sencillez y tradición, y en el que vuelvo a sentirme como la niña que fui. Por desgracia, inmediatamente las horas transcurren y el tiempo borra en un suspiro estos momentos de calma del verano para abrir paso al ajetreo de la tarde, cuando el ritmo de la vida vuelve a danzar con frenesí.

Sin adelantarnos al triste acontecimiento del regreso a la rutina (vayamos por pasos), las ricas tardes de estío dejan paso a sus respectivas noches y madrugadas, y si antes ya he hablado de la paz que evocan los mediodías siendo bastante pobre en mis descripciones, lo que ocurre a partir de medianoche me va a resultar imposible de narrar, por lo que confiaré en que todos los lectores hagáis paralelismos con vuestra propia experiencia cuando os diga que, en una noche de verano tal como la presente en la que os escribo, en silencio y bajo un manto estrellado-visible por la ausencia de contaminación en este rinconcito de mundo-, pareciera que una fuerza invisible bajase del cielo despejado para alejarme y a la vez acercarme a lo que dejé atrás, allí donde moran la rutina, los miedos y los objetivos cotidianos. En las noches de verano se para todo, las cosas adquieren una perspectiva muy distinta desde este abismo… Es un momento en el que sueño, deseo y recuerdo se burlan de mi mente desdibujando las líneas que los separan, y de no ser por el sonido de los grillos, que se esconden bajo el alféizar de mi ventana, de seguro la realidad se me perdería de vista.


Feliz verano a todo el mundo J

2 comentarios:

  1. Me ha encantado. Es muy bonito y sensible, jejeje.

    ResponderEliminar
  2. Hola, amiga o amigo Golondrina!... Un buen trabajo en el que demuestras tener talento para describir sensaciones y situaciones, utilizando con soltura y acierto verbos y adjetivos. Pero hecho de menos el "relato" A mi personalmente - cada cual dispone de su particular opinion - me falta una historia en medio de esas emociones impregnadas de poesia. Un cordial saludo!... ( Disculpa por la ortografia deficiente, estoy con un "computer" ingles que no se deja dominar )

    ResponderEliminar

Lamentamos que exista moderación de comentarios, pero es necesario debido a ciertos anónimos muy persistentes.