viernes, 1 de noviembre de 2013

TECLEANDO... DE VERANO A OTOÑO (XVIII)

¡Ojo al parche! Este blog tiene los días contados como elemento participativo, dada la nula interacción de sus socios. Fue una buena idea del director de El Periódico de El Prat, pero ha acabado en agua de borrajas por mor de los "quiero y no puedo".
Pronto serán eliminados los que andan por ahí, en el lateral y el blog cambiará de nombre. Nada será borrado, todo permanecerá, dejando constancia de lo que fue. Triste, pero real como la vida misma.

Agradezco al amigo Mencigüelo Mejillón sus esfuerzos hasta el último momento y comprendo sus problemas cibernéticos, ya que también los he sufrido en demasia. Espero que pueda volver tarde o temprano como lo he conseguido yo y ambos disfrutemos de nuestra pasión.

Firmado: la Capitana restrombizada. ¡Juas!

Los visitantes romanos, el visitante sorpresa y el lobo huargo y su ama

Viene de Don Paeloris.

Los romanos tras el vidrio blindado no las tenían todas consigo, constatando que la mujer que cortaba el bacalao allí andaba más preocupada por lo que sucedía en su feudo que por volverles a su casa. Los de la XIII legión Gemina estaban tranquilos. Hombres avezados a obedecer y a comprender los cipostios que solían montarse entre las gentes de poder, confiaban en la mujer del teclado.

Se abrió la puerta de la estancia donde estaban y entró la mujer con un desconocido para ellos. Lobo Gris, el cual estaba de guardia allí, movió las orejas y se acercó al hombre que acompañaba a su ama. Le miró a los ojos y a continuación se le acercó mansamente.
-Le presento a Lobo Gris, Don Paeloris. Le gusta usted. Puede tocarlo -dijo la mujer-.
Y el hombre lo hizo, acarició al enorme wargo sin temor alguno. La confianza era reciproca.
Atia hizo un moín de desdén tras el vidrio. Mientras tuviera esa protección estaba dispuesta a generar todo lo malo que su negra alma le proporcionaba.
-Siéntese ahí -dijo la mujer a su visitante y amigo- Permítame un momento.
Se dirigió a César Augusto, máximo exponente de los romanos tras el vidrio. Pidió disculpas por la tardanza en solucionar su caso, explícando someramente los problemas con los que estaba inmersa, que las cosas no eran tan fáciles y allí pasaba algo muy gordo, gordísimo.
César Augusto asintió tranquilamente. En realidad, estaba preocupado por su ausencia en Roma, pero había algo que le impelía a confiar en la mujer, igual que lo hacían los de la XIII legión Gemina.

Cuando se sentó junto a su amigo, este quiso saber la sorprendente relación entre el huargo y la mujer.
-Soy una cambiapieles, Don Paeloris.
- ¿Cómo?
- Puedo meterme dentro del wargo. Veo lo que ve él y él lo que yo. Por esto somos como uno solo.
El hombre se quedó perplejo. Estuvo tentado de echarse a reír estruendosamente porque para él, esto era una memez. Pero se contuvo porque los últimos acontecimientos lo habían dejado a cuadros. Caminar por el Instituto Cervantes de Manchester y encontrarse repentinamente en un sitio desconocido, siendo detenido e interrogado, más encontrar allí a su amiga y a un enorme lobo cuya mirada reflejaba tantas cosas que no entendía pero sí comprendía, hasta el punto de haberlo acariciado sin ningún miedo, era algo que le hacía pensar.
- ¡Joder, Doña! No sé qué decirle, la verdad.
- Dígame usted si ha tenido algún contacto raro últimamente.
- ¿Raro?
- Más o menos. Piense. Alguien desconocido que le haya preguntado cualquier cosa. Lo que sea.
La mujer del teclado intentaba encontrar alguna pista para saber por qué narices su amigo había aterrizado allí inopinadamente.
Primero eran desconocidos los infiltrados, pero ahora llegaban amigos y esto era mucho más inquietante porque los infiltrados podían haber llegado introducidos por traidores como Rosa y otros, pero el caso de Paeloris no tenía pies ni cabeza. Sin embargo, allí estaba, caído del cielo como quien dice. Y la mujer no sospechaba de él, como tampoco Lobo Gris, argumento aplastante.

Continuará...

3 comentarios:

  1. Gracias por su agradecimiento. En efecto, me cuesta mucho publicar en mi blog y sólo puedo hacerlo con "mínimas garantías" en uno de los tres cibers que frecuento, pero eso me obliga a llegar tarde a otros y arriesgarme a esperar mucho para tener un ordenador libre.

    Cierto, me ha metido usted en un follón impresionante, pero nada, el Lobo Gris es muy majete, me cae bien, creo que esto es el principio de una buena amistad.
    Que siga la acción!

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    1. Je je je... Yo no le he metido en nada, amigo mío, ha sido usted mismo, como personaje, quien lo ha hecho. ¿O es que ha olvidado que los personajes superan al autor? :D

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Lamentamos que exista moderación de comentarios, pero es necesario debido a ciertos anónimos muy persistentes.