miércoles, 4 de septiembre de 2013

TECLEANDO EN VERANO (IX)

Una sorpresa

Viene de La mujer del teclado


La mujer entró en su sala de trabajo y cuando dirigió su vista tras el vidrio para saludar con un breve movimiento de cabeza, como tenía por costumbre hacerlo con sus "invitados", enseguida se dió cuenta de que había cambios. Julio César y Pompeyo Magno no estaban y el joven Octavio tampoco. ¿No estaba?. Sí, lo reconoció enseguida, pero más adulto.



¡La pusimos de oro, como decía el Cautivo en Venezuela!, pensó enseguida. Comprendió que en el tiempo de los "invitados", todo seguía su curso y César y Pompeyo ya había sido asesinados, que el joven Octavio ya era Cayo Octavio César, adoptado por éste. Miró a Marco Antonio, artífice del cambio del joven César al haberle pegado en casa de Atia cuando era un adolescente, propiciando así que huyera fuera de Roma. Parecía que Marco Antonio no era consciente de la presencia del hijo de su amante, seguía con su sonrisa sardónica, completamente tranquilo.

"Están aquí porque aún están vivos en su época, pero al estar en un plano paralelo no son conscientes", pensó la mujer. Era un problema añadido porque no comprendía el curso de los acontecimientos en este plano, donde esa gente no tenía que estar y un pequeño error suyo podría desencadenar una catástrofe. Tenía que mantenerlos incólumnes fuera como fuera.

- Domina -dijo Octavio dirigiéndose a la mujer con el apelativo romano de señora- ¿Falta mucho para volver?
La mujer constató que los "visitantes" no eran conscientes de los cambios ocurridos en su época; que estaban en el futuro, tras el vidrio, como habían llegado, pero que sí eran conscientes de su cambio de estatus, pues Octavio habló como lo hacía Julio César cuando estaba allí, educado y paciente, pero pidiendo explicaciones.
- No lo sé. Hago todo lo posible, pero es muy dificil, ya podéis daros cuenta. Necesito tiempo y por ello, toda vuestra paciencia.
- ¿No tienes suficientes poderes? -preguntó Octavio-
- Cayo Octavio César, yo no os he traido aquí, lo han hecho otros que querían usaros para mal. Habéis llegado a mí accidentalmente y estáis en buenas manos, os prometo devolveros a vuestras casas sin daño alguno, pero al no saber cómo habéis llegado, tengo que averiguarlo primero.

El joven asisintió. A pesar de no ser conciente de su cambio de edad desde que llegó, sí recordaba que Julio César confiaba en aquella mujer y por tanto, él también confiaba, aunque fuera de manera imprecisa, inconsciente.

La mujer miró a su huargo a los ojos. No podían demorarse más. Le explicó sus intenciones telepáticamente y el gran lobo salío.

Continuará...


5 comentarios:

  1. Hello, my lady!

    Pompeyo Magno suena a marca de coñac caro, etiqueta negra como mínimo.
    Hoy nos ofrece usted unas buenas fotos de jovenzuelos que sólo se diferencian de los jovenzuelos de las motos en que tienen un peinado estilo película de romanos.
    Tachán, tachán!, en el próximo episodio tenemos de nuevo al Gran Lobo en acción!
    Ave, Leona, los que se van ahora para Facebook te saludan!
    Esto de moverse en planos distintos es complicadillo, pero usted lo resolverá bien como excelente guinista que ers.

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    Respuestas
    1. ¡Buenas, férreo seguidor de mis relatos!

      Se trata de Pompeyo el Grande. Allí cambiaban de nombre como de gayumbos. El joven Octavio llegó a ser César Augusto nada menos, segundo esposo de la zorra Livia que lo envenenó para que reinase su hijo Tiberio, nacido de su matrimonio anterior. Y Tiberio era un hijo de puta con todas las letras.

      Sí, Lobo Gris se dispone a cumplir las órdenes, espero que sea interesante porque en realidad, no sé qué tiene en mente la mujer del teclado, je je je...

      ¡Ave, Mejillón!, ya he anunciado tu visita, ¡juas juas juas!

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    2. De ahí vendrá la frase "menudo tiberio que se armó!", digo yo. No era Tiberio el que mandaba cuando crucificaron a Cristo?
      Tendría que ser yo más férreo todavía, pero hace mucho que no como lentejas, y es un alimento recomendado para diabéticos.
      Lo del veneno era una práctica tan habitual en la Roma imperial como en la corte de los Borgia. Qué bien se lo pasaban, je, je!
      Así que me ha puesto como personaje?... Voy para arriba a ver que tal "me veo"
      Oh, perdone la metedura de pata de ayer de confundir Leona con Capitana. Mil veces mea culpa. Me di cuenta unos segundos después del clic.
      Ave!

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    3. Bueno, en realidad, la expresión "tiberio" se refiere a una gran comilona donde hay de todo y en cantidades industriales.
      Sí, reinaba ese, fue en su XVIII año de terror, que el tío era de mucho cuidado. Lo asfixió con una almohada el sucesor designado por él, Calígula, tataranieto de la Octavia que tenemos tras el vidrio y de Marco Antonio, ¡juas juas!

      Lo siento, al decir que le había anunciado, me refería a su muro, a su comentarista, el cual había pinchado un 'Me gusta' en mi comentario.
      No se preocupe, es normal que en un despiste me llame capitana si lo soy de este galeón ;D

      ¡Ave!

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    4. Los reyes godos siguieron con la "tradición" de regicidios y la historia se repitió sopotocientas veces. Los pobres a matarse de hambre o como carne de cañón y los ricos y poderosos a matarse entre ellos. Y como hoy en día es más difícil matar en las altas esferas - hasta la CIA lo empieza a tener jodido - pues se dedican a robar, que es más "rentable", je, je!
      A pasarlo bien en el "finde", y cuidado con la gata que araña!

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Lamentamos que exista moderación de comentarios, pero es necesario debido a ciertos anónimos muy persistentes.