I Concurso de Relatos Cortos Navideños
La tía Angelita estaba en la cocina preparando la cena.
- ¿Dónde están los papás? -preguntó Pepito.
- Han ido a ver a un señor enfermo. -respondió la tía mientras freía unas patatas para hacer tortilla española.
- Venga, Pepito, -dijo Carmencita a su hermano- vamos a poner el cubo de agua, el pan seco y los zapatos en el balcón, como cada año.
Y allá que fueron los dos, seguidos por la más pequeña, Conchita.
A Carmencita se le ocurrió hacer un dibujo con unas palabras y dejarlo junto al cubo y el montoncito de pan que llevaban días guardando para la noche más mágica infantil, esa que llena de ilusión a los niños acostumbrados a recibir las egregias visitas anuales. Se sentó a la mesa del comedor y empezó a dibujar. Pepito no quiso ser menos y también tomó una hoja y los lápices de colores. Pero cuando hubieron terminado y se mostraron mutuamente su obra, empezaron a discutir.
- ¡Que no, que eso no lo puedes poner, Pepito!
- ¿Por qué no? -inquirió su hermano a la defensiva.
- Porque has escrito "Para Sus Majestades, los Reyes Magos de Oriente".
- ¡Pues qué! ¿No es así?
- ¡No, burro! El pan seco y el agua son para los camellos, no para los Reyes. Mira que si se enfadan por tu culpa y no nos dejan nada...
Ambos fueron a la cocina discutiendo, para que la tía Angelita ejerciera de juez, ya que Pepito no se apeaba de encontrarlo totalmente adecuado.
La tía estaba volteando la tortilla y resopló ante la furiosa irrupción de Pepito que le tiraba del delantal. Miró su papel, miró el de Carmencita que había escrito "Para los cansados camellos de Sus Majestades de Oriente, Melchor, Gaspar y Baltasar" y sin más miramientos le dió la razón a esta, al tiempo que les mandaba poner la mesa.
Después de cenar se acostarón sin que los padres hubiesen llegado. Carmencita se durmió pronto, con la ilusión del despertar mañanero.
Abrió los ojos sin saber qué hora era, pero por los bordes de los porticones de la ventana se filtraba una tenue claridad. Con el corazón bríncandole en el pecho se acercó a la puerta de la habitación y sigilosamente abrió una rendija. ¡Oh, el comedor estaba lleno de paquetes y bultos imprecisos! Pero... ¡Alto, alto!, había alguien.
Sin atreverse ni a respirar, Carmencita observó a dos personas de espaldas, inclinadas sobre los bultos, colocándolos aquí y allá. ¡Los Reyes! Y qué elegantes vestían con sus túnicas. No había luz en el comedor, la única se filtraba por la puerta del balcón, muy tamizada.
La niña cerró la puerta con cuidado y volvió a acostarse. La espera se le hizo eterna, no se atrevía a volver a levantarse. Finalmente la puerta se abrió con estrépito "estilo Pepito" y entró su hermano gritando que ya habían venido los Reyes.
Alborozados, fueron abriéndose paso en el mar de regalos. Carmencita se llevó a su habitación la caja de Anatomía Humana Desmontable, quitándola del alcance de Pepito antes de que éste tuviera ocasión de trocear las costillas una a una o algo semejante. La muñeca nueva, la ropita para la del año anterior... ¡Montones de cosas! Y en el recibidor encontraron algo más, de mucho bulto. Al quitar los papeles que lo cubrían apareció un jeep militar a pedales y una cuna de muñecas.
Entonces Carmencita ató cabos con lo visto desde su habitación.
- ¡Mamá, esta noche he visto a los Reyes!
- ¿Qué dices?
- ¡Sí! Eran ellos, pero sólo vi a dos, a Melchor y Gaspar.
La madre no sabía qué pensar y estaba un poco alarmada.
- Melchor llevaba una túnica corta, oscura, con unas cositas pequeñas de color claro y Gaspar una larga, rosa, muy brillante. A Baltasar no lo he visto porque debía estar en el recibidor poniendo el coche y la cuna.
- ¡Mentirosa! -bramó Pepito, siempre celoso de su hermana.
Los padres se miraron con una expresión que a Carmencita se le antojó algo extraña, nunca se la había visto.
- Venga, id a vestiros, que vamos a casa de los abuelos y las tías a ver qué os han dejado allí.
Esa noche, antes de cenar, el padre no se puso su batín azul marino con flores de lis beige ni la madre su bata rosa de satén.
Sin atreverse ni a respirar, Carmencita observó a dos personas de espaldas, inclinadas sobre los bultos, colocándolos aquí y allá. ¡Los Reyes! Y qué elegantes vestían con sus túnicas. No había luz en el comedor, la única se filtraba por la puerta del balcón, muy tamizada.
La niña cerró la puerta con cuidado y volvió a acostarse. La espera se le hizo eterna, no se atrevía a volver a levantarse. Finalmente la puerta se abrió con estrépito "estilo Pepito" y entró su hermano gritando que ya habían venido los Reyes.
Alborozados, fueron abriéndose paso en el mar de regalos. Carmencita se llevó a su habitación la caja de Anatomía Humana Desmontable, quitándola del alcance de Pepito antes de que éste tuviera ocasión de trocear las costillas una a una o algo semejante. La muñeca nueva, la ropita para la del año anterior... ¡Montones de cosas! Y en el recibidor encontraron algo más, de mucho bulto. Al quitar los papeles que lo cubrían apareció un jeep militar a pedales y una cuna de muñecas.
Entonces Carmencita ató cabos con lo visto desde su habitación.
- ¡Mamá, esta noche he visto a los Reyes!
- ¿Qué dices?
- ¡Sí! Eran ellos, pero sólo vi a dos, a Melchor y Gaspar.
La madre no sabía qué pensar y estaba un poco alarmada.
- Melchor llevaba una túnica corta, oscura, con unas cositas pequeñas de color claro y Gaspar una larga, rosa, muy brillante. A Baltasar no lo he visto porque debía estar en el recibidor poniendo el coche y la cuna.
- ¡Mentirosa! -bramó Pepito, siempre celoso de su hermana.
Los padres se miraron con una expresión que a Carmencita se le antojó algo extraña, nunca se la había visto.
- Venga, id a vestiros, que vamos a casa de los abuelos y las tías a ver qué os han dejado allí.
Esa noche, antes de cenar, el padre no se puso su batín azul marino con flores de lis beige ni la madre su bata rosa de satén.
Bonito relato, fundiendo la realidad de unos atuendos caseros con la "desbordante imaginación" de un pequeñuelo.Mundo real y fantasía entrelazados en una fecha mágica, esa fecha que al final terminaba dejándonos un amargo recuerdo para siempre en el momento en que un niño mayor decía esa frase asesina de fantasías e ilusiones. "los Reyes son los padres".
ResponderEliminarLo ha redactado usted con sencillez y un hermoso estilo.
Felices Reyes Magos!
Gracias, Don Boni.
ResponderEliminarPues a mí la "frase asesina" me resbaló porque yo los había visto con mis propios ojos, ¡juas!
Con mis hijos no valía "un señor enfermo" y una tía que se quedara a cuidarlos esa noche porque su padre trabajaba en horario nocturno y estaba sola para hacer las compras.
Lo que hice fue poner en práctica mi desbordante imaginación y aprovechando que mis hijos sabían que había sido majorette y acompañaba a los Reyes durante la Cabalgata cuando llegaban a Barcelona (fotos a manta), les expliqué que era un paje suyo, que todo no lo podían traer de una vez, que éramos muchos pajes en cada ciudad y les ayudábamos recogiendo paquetes y guardándolos en casa.
Fui convincente, lo veían lógico y estaban orgullosos de tener una madre que era paje real, ¡juas!
Eso sí, la noche mágica yo disfrutaba más que ellos al día siguiente porque lo desembalaba todo y me ponía a montar los muebles de la Barbie y los Transformers de los Power Rangers.
Las cajas las dejaba detrás de cada cosa, vacías, pero sabía que el montaje lo han de hacer los padres, así que prefería hacerlo antes y que viesen los juguetes como debía ser, como los veían por la tele, así se ponían a jugar enseguida, sin la frustración de tener que esperar a que se lo montasen.
Cuando ya eran mayores les pregunté sobre ello, si se sentian engañados por mí. Aseguraron que no, que lo recordaban con mucho cariño e ilusión y querían hacer lo mismo con sus futuros hijos.
¡Felices Reyes!
Lo pondré mañana con calma. Se acaba de ir todo el comentario a la mierda.
ResponderEliminarYo creo que los padres no existen. Son los reyes.
ResponderEliminarPor lo demás, estoy de acuerdo en que en este relato están mezclados (con calidad) la realidad del día a día y la ilusión infantil de los niños que son niños, y esto lo digo porque, sobre todo en Occidente, hay algunos que, de haber crecido rodeados de malas influencias, de niños no tienen más que la edad.
Por cierto, espero que la Comunidad no muera. Me gusta participar en ciertos debates, y ya tengo pensado, como sabéis, un relato veraniego.
Caramba, Don Boni, tiene usted la negra con los cacharros de la Pérfida Albión.
ResponderEliminarAnda que si se corre la voz de que la orgullosa Britania sólo tiene material de deshecho, recogido de los contenedores... ¡Juas!
Muy buena tu opinión sobre la existencia de padres y Reyes, luispi, je je je...
ResponderEliminarMuchas gracias por la de la calidad del relato y tienes razón, desgraciadamente hay niños a los que es difícil considerar como tales, siendo su familia culpable de ello.
¡Atiza! De aquí al verano falta mucho. ¿No se te ocurre nada más friolero?
Muy buen relato, sencillo y muy efectivo. Aunque no apto para menores.
ResponderEliminarGracias, jefe ;D
ResponderEliminarLos niños de hoy día que navegan por internet ya no buscan "noche de reyes" sino "tías macizas", ¡juas!
No vea lo que jode que un comentario largo desaparezca antes de hacer click para publicar. Bueno, pues esto es moneda corriente en mi vida internáutica. Sigo...
ResponderEliminarEs digna de elogio su conducta materna como paje y majorette real. No es extraño que sus hijos guarden tan grato recuerdo hasta el punto de querer emularla cuando les toque a ellos ser padres. Sigo...
ResponderEliminarCreo que una de las mayores satisfacciones de ser madre o padre consiste en disfrutar más que los propios hijos de esas "fechas mágicas". Y no hay duda de que los grandes parques temáticos, Disneylandia, etc. están hechos para los padres con el señuelo de que son para los niños. La bestia humana, tan dada a guerrear, torturar, robar, etc., también tiene sus debilidades.
ResponderEliminarBuen día!
Buenos días, Don Boni.
ResponderEliminarSupongo que los cacharros públicos de la orgullosa Britania tienen problemas de conexión, que ésta se corta inopinadamente.
Pruebe a ir copiando lo que escriba seleccionando el texto y dándole al botón derecho del ratón. No es necesario pegarlo en ninguna parte, se mantiene ahí hasta que sea necesario en caso de desaparecer el texto y cada copia anula las anteriores, es decir, que si desaparece el texto, el ratoncito tiene guardado el todo hasta ese momento, no cachito a cachito. Así, si el comentario se va al carajo, no tiene más que darle al botón derecho del ratón y pinchar en 'Pegar'.
Efectivamente, yo disfruto como una enana con las cosas de los niños, parezco una chiquilla más, je je je...
Estupendo relato, tan real como la vida misma y que trae recuerdos años luz.
ResponderEliminarUn beso y un fuerte abrazo Leona.
Gracias, G. Como te dije por ahí abajo, me ha alegrado mucho tu vuelta y poder tenerte entre nosotros, así que un beso y un abrazo enormes.
ResponderEliminarYo, luispihormiguero, en calidad de miembro de la Comunidad de Blogs de El Periódico de El Prat, una comunidad bloggera libre, plena, democrática y equitativa:
ResponderEliminarDOY DOS VOTOS A ESTE RELATO, en apoyo a la participante autora, Leona Catalana.
¡Qué bien dos votos! Muchas gracias, luispi.
ResponderEliminarTú siempre tan formal, no está de más ;D
Por cierto, ya terminé la lectura de 'Surcando los tiempos'.
Muy bueno Leona. Si bien los niños lo lo pasan mal en el momento de descubrir la verdad. Los padres también al ver la desilusión de sus hijos y darse cuenta de que ya no son tan niños.
ResponderEliminarDOY MI VOTO A ESTE RELATO