I Concurso de Relatos Cortos Navideños
- ¿Vendrá?
- Ha dicho que sí, conque a menos que tu profecia se adelante de fecha y se fría en el avión, dentro de unos minutos lo veremos.
- No es mi profecia, es de los mayas.
-
Como si es de Nostradamus, al Papa que se le ocurra llamarse Pedro le
metemos un petardo bajo la sotana.- dijo Catalina soltando un bufido.
Juan
calló, rumiando si había que hacer caso a Nostradamus o a los mayas.
Porque ambos amigos se habían citado en el aeropuerto de El Prat para
esperar a un tercero que venía de Manchester, Don Segismundo Cataplasma,
dispuestos a sobrevivir en caso del cataclismo mundial augurado por el
calendario maya.
- Mira, este es su vuelo.- dijo Catalina señalando el panel de llegadas.
Se
acercaron a la puerta correspondiente y al cabo de un rato empezaron a
pasar los pasajeros. El rostro de Catalina se ensanchó con una sonrisa.
- ¡Ahí está!
- ¿Pero tú lo conoces? ¿Te ha mandado una foto?
- Calla coño, no, pero ha dicho tropecientas veces en su blog como es. Tú para poli no sirves, chico.
- Hello my friends!- saludó Don Segismundo contento al llegar frente a ellos.
Tal vez habría dudado al ver a uno solo, pero juntos eran inconfundibles por las fotos que Don Segis había visto en sus blogs.
Se
fundieron en abrazos e intercambiaron las frases de rigor y luego
echaron a andar hacia la salida. Tomaron el Aerobús hasta el centro de
Barcelona y caminaron por las calles adornadas entre el ambiente festivo
que año tras año, lo envolvía todo por esas fechas, con crisis o sin
ella, aunque Juan murmuró que cada vez habían más mendigos y más
jóvenes, asintiendo Don Segis y asegurando que era en toda Europa, que
lo había leído en El País.- ¿Dónde vamos?
- Primero a tomar un bocado y luego a mi casa para ponernos de acuerdo- respondió Catalina.
Bajaron al Metro y al salir, Catalina les condujo al bar restaurante que desde niña era conocido en el barrio como "el bar de la mosca" por razones evidentes. Pero no había nada que temer, los dueños cambiaron hacía años y era el mejor de la zona con mucho, renovado hasta el último ladrillo y de ambiente luminoso y agradable.
Entraron frotándose las manos, contentos de dejar fuera un frío que pelaba y agradecidos del calorcillo. Blas, el dueño, se acercó enseguida a su mesa para tomar nota. Conocía a Catalina desde hacía casi treinta años.
Don Segis
se entusiasmó con la carta; era un local sencillo, sin pretensiones,
pero la oferta era variada y tentadora y al emigrante se le hacía la
boca agua después de tanto tiempo en la Pérfida Albión. No así Juan, al
que cualquier alimento le parecía una bomba de relojería, siempre
obsesionado con la salud. Catalina le tranquilizó al hacerle notar que
no se olía a aceite refrito y que la cocina estaba a la vista a través
de un hueco-ventana por donde Nieves pasaba los platos.
Se abrió
la puerta y entró un tipo malencarado, chupado y con barbita de chivo.
Cruzó su mirada con Catalina y ésta se la mantuvo, ambos inexpresivos.
Se sentó de espaldas a ellos en la única mesa que quedaba libre,
enfrente de la suya.
- Doña Catalina, ¿tiene usted a punto las armas?- Don Segismundo tenía la costumbre de tratar a todos de usted y de Don y Doña.
- Claro que sí, yo no fallo nunca. Cuando subámos a casa se las mostraré.
Terminaron
y salieron a la plaza. Al lado, el local de la Cofradia Los 15+1 tenía
abierta la puerta donde habían montado un Nacimiento y Don Segis se
atragantó.
- Tranquilo, que no son creyentes, son sociatas, ¡juas juas!-
- ¿Socialistas montando procesiones y cortando las calles con sus monigotes?
-
Así es, amigo mío. Cuentan con 1.200 Hermanos de Luz, 40 Romanos, 60
Nazarenos, 60 Madrinas, 50 miembros de la Banda de Cornetas y Tambores y
225 costaleros. Y todos votan socialista por estar la Hermandad
fuertemente subvencionada por el corrupto Ayuntamiento.
- ¡La firgen!
- Nos hace falta mesié Guillotin...- murmuró Juan.
Subieron
a casa de Catalina y se pusieron cómodos mientras ella servía unas
copas. Sacó los bastones de Twirling, de cuando era majorette y se los
mostró. La broma había salido en los blogs, cuando ella aseguró que nada
de pistolas ni escopetas para defenderse de los depredadores, que un
golpe con una de esas varas de acero era lo suficientemente contundente
para dejar atontado a cualquiera y poner pies en polvorosa.
Estaban
Juan y Don Segis examinando los bastones cuando llamaron a la puerta.
Catalina fue a abrir, pensando que era la vecina, pero nada más hacerlo
se encontró encañonada por un tipo con casco y más protecciones que un
caballero medieval con armadura. Detrás suyo habían más, el reducido
rellano estaba a petar. La empujaron y entraron en tromba. "Cómo me
rompan una bola del abeto les rompo las suyas", pensó Catalina enojada.
- ¿Dónde están las armas?- rugió uno.
- ¿Armas?- Catalina estaba empezando a atar cabos y no pudo por menos que sonreír de oreja a oreja.
Uno de los agentes que estaba detrás se abrió paso y se levantó la visera del casco.
- ¿Tú?- dijo asombrado.
- Vaya, hombre, siempre apareces en el momento más inesperado, justo, cuando necesito ayuda.
- ¡Romero! ¿Conoces a esta mujer?- bramó la bestia parda.
- Sí, sí señor. Desde hace muchos años y no creo que tenga armas de ningún tipo, por esto, porque la conozco bien.
- Esto lo veremos.- el bestiajo estaba decidido a destrozar el piso de Catalina buscando lo inexistente.
Juan
se había resignado a lo inevitable, e incluso sentía cierto alivio al
pensar que en el calabozo estaría a salvo del cataclismo por estar éstos
en los sótanos. Pero a Don Segis se le subió la mosca a la nariz y
aunque Catalina lo miraba, intentándo hacerle comprender que no dijera
nada ni se moviese, suponía pedir demasiado ante su furibundo enojo por
lo que era a todas luces un atropello. Se llevó un culatazo en la sien
que lo dejó tendido en el suelo y Catalina pensó que ahora sí habían ido
demasiado lejos y fríamente se lo hizo notar al invitarles a registrar
pero advirtiéndoles que no traían la orden pertinente para ello y que,
como no encontrarían nada, la demanda que iba a poner haría historia:
allanamiento de morada, registro ilegal con daños a la propiedad,
amenazas y agresión gratuita con posible traumatismo craneoencefálico.
Su
frialdad hizo recular a la bestia parda. Con la que estaba cayendo por
aquella mujer que había perdido un ojo el 14-N y que a pesar de que Puig
lo negase se había demostrado que sí, que hubo pelotas de goma ese día,
en esa zona y a esa hora, no estaba el patio para hacerse el chulo, por
mucho que quisiera cruzarle la cara a Catalina.
- ¡Volveré con esa orden de registro!
- Dése prisa, no le vaya a pillar el fin del mundo que es dentro de unas horas.- dijo Don Segis levantándose ayudado por Juan.
Se fueron. Romero aliviado, haciéndo un gesto a Catalina de que le enviase un SMS.
- Vamos, te llevamos al hospital.- dijo Juan.
- Sí, está aquí al lado, unos metros.
- ¡Mecagonsusputosmuertos! Nada de hospital, déme usted una copa de esas, Doña Catalina, que resucitan a un muerto.
- Lo que no entiendo es cómo se empeñan en que aquí hay armas.- dijo Juan pensativo.
-
Yo sí. Cuando estábamos en el bar ha entrado un sinvergüenza de PxC.
Tiene una tienda de videojuegos aquí cerca. Un tipo escuchimizado y con
barbita de chivo. Es de cuidado, uno de los "pegacarteles" que se
partieron el alma atacándome, muertos de envidia al ser ellos incapaces
de redactar artículos, comidos por los celos al ver mi firma
diariamente.
- Después de haber visto a socialistas meando pilas, nada me sorprende, Doña Catalina.
- Bueno, ¿planeamos la supervivencia?- Juan seguía en su plan.
- ¡Que le den por culo a la supervivencia! Saque usted un juego de mesa, Doña Catalina y ponga otra copa de cava.
- Je je je... Voy a por el Intelect. Pero recuerde que jugamos en español, ¿eh? No nos salga con palabros guiris, ¡juas!
La ficcion supera la realidad y unos personajes muy reales desde luego.
ResponderEliminarA ver quien supero esto
Je je je... Todos los personajes son reales excepto el bestiajo, aunque me recuerda a un sargento al que le contesté en cierta ocasión de manera similar, pero como era tonto no se dió cuenta de mi ironía.
ResponderEliminarClaro que se puede superar, de esto no hay duda. Cada uno de nosotros tiene sus ideas y un relato triste puede resultar más votado que mi cuchufleta humorística.
¡Venga, adelante!
Que va, no se puede superar!... Se ha superado usted, Doña Leona!
ResponderEliminarEse Segismundo Cataplasma es un gilipollas, mire que andar llamando a todo el mundo de usted, de don y de doña!... Sólo le falta ya poner todo lo que escriba con signos de admiración y hablar en tercera persona, como la tarada aquella.
Oh, el restaurante de La Mosca, qué recuerdos. En días especiales podías encontrarte también mosconones y alguna araña. Ya quedan pocos restaurantes tan tradicionales, la comida basura y los chinos están terminando con todo.
La hoftia, que proceciones maz acollonantes!
Jo, si hasta salen los del PxC, no se salva nadie!
En otras palabras: desenfadado, divertido, irreverente y familiar, no se puede pedir más.
Ya tengo yo pensado uno, a ver si esta noche me da tiempo de redactarlo y lo pongo mañana.
Buen día con buenísimo humor!
Gracias, Don Boni, pero con la opinión de los dos, ¡nadie se atreverá a participar! Espero que no ocurra y tengamos varios relatos más.
ResponderEliminarEfectivamente, existen Blas y Nieves, y Romero, que es mi Caballero del Cinturón Negro, profesor de kárate y policía.
También el barbita de chivo, y esa mirada que nos cruzamos y mantuvimos indiferentes ocurrió en el colegio electoral cuando fui a votar por la burrada de Mas.
Tomo los ingredientes que tengo a mano y los cocino a mi gusto, je je je...
Hoy me toca una de esas "excursiones" que ya sabe, y mañana otra, ¡puf!
Que disfrute usted con su relato y mañana nosotros al leerlo. ¡Buen día!
En mi relato tambié va a aparecer un personaje conocido. Tachán, tachán!
ResponderEliminarMuy bueno Leona. La verdad es que no se te da nada mal escribir. Me ha gustado tu historia de actualidad.
ResponderEliminarSaludos y felices fiestas.
Gracias, José Ángel.
ResponderEliminarTe recuerdo que puedes votar, dispones de tres votos.
Felices Fiestas.