Relatos anteriores:
1- Fieras en la playa. De Iñaki Zurbano Basabe
2- Llegado el verano. De Enriqueta Jiménez Herrera
3- Empanada gallega. De Iñaki Zurbano Basabe
0- Sadismo en el hospital. De Leona Catalana (Fuera de concurso)
4- El verano de Rupertina. De Enriqueta Jiménez Herrera
0-2- Un ángel veraniego. De Leona Catalana (Fuera de concurso)
5- Un verano triste. De Enriqueta Jiménez Herrera
6- Campo o playa. De Iñaki Zurbano Basabe
7- VACACIONES SOÑADAS. De Jesús
8- JESÚS JOSÉ Y MARÍA. De Enriqueta Jiménez Herrera
9- Un final atípico. De Iñaki Zurbano Basabe
10- Monjas viejas y curas guapos. De Enriqueta Jiménez Herrera
11- ¡Cuántas cosas se pierden! De Iñaki Zurbano Basabe
***********************************
Autor: Golondrina
EL TIEMPO ENTRE LOS MEDIODÍAS Y LAS MEDIASNOCHES DE VERANO
Me despierto turbada, desorientada. Pese haber
dormido más que en tres días seguidos de una frenética semana invernal, mis
ojos aún pesan como el plomo, mis miembros se retuercen con deliciosa pereza y
hasta mi cuerpo se permite regalarse un par de bostezos mañaneros, todo un
placer y un lujo tan solo al alcance de los veraneantes o de aquellos
acaudalados que pueden pagar el coste del tiempo necesario para tener
amaneceres placenteros. Bueno, dejándome de divagaciones y prosiguiendo con la
descripción, debo aclarar que lo de “mañaneros” era sin duda un decir simbólico
-porqué son pasadas las 15h pm- pero este es, sin lugar a dudas, uno de los
encantos del concepto “vacaciones”, el de la vida sin horarios que nos deja
saborear, aunque sólo sea por unos días, esa libertad que sacrificamos los
mortales corrientes para prosperar en la sociedad.
Tras una noche de festejos veraniegos, lo primero
que una hace al reunir las fuerzas suficientes para incorporarse y saltar de la
cama, es una expedición a la nevera sin otro fin más que el de asaltarla
indiscriminadamente cual famélica criaturilla se tratase (aunque lo cierto es
que apenas habrán transcurrido unas 10h desde el maratón de tapas y vinos de
anoche). Acallo los rugidos de mi estómago cogiendo los restos de un plato por
aquí, las lonchas de un paquete abierto de embutido por allá… (porqué sí, este
ritmo de vida estival despierta en mi una curiosa tendencia hacia la “cocina
experimental”).
Una vez bien alimentada, ahora sí que me embarga
la indescriptible sensación de “los mediodías de verano” (una emoción que por
cierto, podría haber bautizado con un toque de mayor originalidad, ciertamente,
aunque eso es algo que nunca me ha caracterizado). Cuando a esto me refiero
empleando términos tan vulgares que no le hacen justicia, hablo de la extraña
ensoñación a la que me transporto a estas horas y en la época del año
mencionada. Ya esté en el sofá de mi salón, en el de un apartamento de alguna
bulliciosa ciudad del centro, en el porche de la casa de pueblo de mis abuelos
o simple y llanamente, bajo el resguardo de una sombrilla en la playa… me halle
donde me halle, la brisa, el temblor de las hojas de los árboles, las olas de
fondo, el crujir de la tierra bajo pasos ajenos o el murmullo de una televisión
encendida para amenizar la sobremesa de algún bar campechano… todo ello se
funde en mi cabeza, coexistiendo para
componer una errática sinfonía que, junto con los brillantes rayos de un sol de
justicia amenazando con devorar las sombras en las que me acurruco huyendo del
calor, me trasladan a un universo imperturbable y atemporal que huele a
sencillez y tradición, y en el que vuelvo a sentirme como la niña que fui. Por
desgracia, inmediatamente las horas transcurren y el tiempo borra en un suspiro
estos momentos de calma del verano para abrir paso al ajetreo de la tarde,
cuando el ritmo de la vida vuelve a danzar con frenesí.
Sin adelantarnos al triste acontecimiento del
regreso a la rutina (vayamos por pasos), las ricas tardes de estío dejan paso a
sus respectivas noches y madrugadas, y si antes ya he hablado de la paz que
evocan los mediodías siendo bastante pobre en mis descripciones, lo que ocurre
a partir de medianoche me va a resultar imposible de narrar, por lo que
confiaré en que todos los lectores hagáis paralelismos con vuestra propia
experiencia cuando os diga que, en una noche de verano tal como la presente en
la que os escribo, en silencio y bajo un manto estrellado-visible por la
ausencia de contaminación en este rinconcito de mundo-, pareciera que una
fuerza invisible bajase del cielo despejado para alejarme y a la vez acercarme
a lo que dejé atrás, allí donde moran la rutina, los miedos y los objetivos
cotidianos. En las noches de verano se para todo, las cosas adquieren una
perspectiva muy distinta desde este abismo… Es un momento en el que sueño,
deseo y recuerdo se burlan de mi mente desdibujando las líneas que los separan,
y de no ser por el sonido de los grillos, que se esconden bajo el alféizar de
mi ventana, de seguro la realidad se me perdería de vista.
Feliz verano a todo el mundo J
Me ha encantado. Es muy bonito y sensible, jejeje.
ResponderEliminarHola, amiga o amigo Golondrina!... Un buen trabajo en el que demuestras tener talento para describir sensaciones y situaciones, utilizando con soltura y acierto verbos y adjetivos. Pero hecho de menos el "relato" A mi personalmente - cada cual dispone de su particular opinion - me falta una historia en medio de esas emociones impregnadas de poesia. Un cordial saludo!... ( Disculpa por la ortografia deficiente, estoy con un "computer" ingles que no se deja dominar )
ResponderEliminar